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Escribid otra, mi amada hija, pero que sea tal, que ni en asuntos mundanos se entremeta, ni haga daño á nadie. Recibid mi bendición El inquisidor generalSintió la madre Misericordia al leer esta carta primero un acceso de cólera, luego un escalofrío de miedo.

Y yo iba pensando en el cándido apostolado de Elena y en su paciente dulzura, que había triunfado al fin de la rudeza de aquella miserable criatura y de su desesperada impenitencia. Una palabra de misericordia y de ruego había encontrado el camino de su corazón, enternecido su último suspiro y desarmado un poco su áspero y furioso rencor.

Y cuando otra cosa no tuviese sino el creer, como siempre creo, firme y verdaderamente en Dios y en todo aquello que tiene y cree la Santa Iglesia Católica Romana, y el ser enemigo mortal, como lo soy, de los judíos, debían los historiadores tener misericordia de y tratarme bien en sus escritos.

Pero ¡ah! cuando al versículo amenazador siguió el de la esperanza ¡con qué fe, con qué fervor escuchó la promesa de la infinita misericordia! ¡cómo, vertiendo copioso llanto, rogó a Dios, invocando su clemencia, que olvidase su justicia, recordando sólo su misericordia y su magnanimidad!

De esta suerte se podia robar impunemente; porque estando interesados los jueces en que el acusado apareciese á los ojos del mundo como reo de cuantas herejías habian existido, para hacer presa de la tercera parte de sus bienes, ¿qué rico podia esperar misericordia de unos hombres que esperaban su muerte ó su deshonra para hacer tan sin riesgo una tan linda grangería?

Los ministros del altar se detenían en medio de la calle para dirigirla palabras de exhortación, que atraían una multitud implacable alrededor de la pobre pecadora. Si entraba en la iglesia los domingos, confiada en la misericordia del Padre Universal, era con frecuencia, por su mala suerte, para verse convertida en el tema del sermón.

Un gesto de dura curiosidad contraía los rostros; las manos sin misericordia, armadas de acero, hundíanse en los secretos de aquella carne fría, limpia, anónima, sin personalidad, que no recordaba su origen humano.

El caserío donde habitaban los Zalacaín pertenecía a la familia de Ohando, familia la más antigua aristocrática y rica de Urbia. Vivía la madre de Martín casi de la misericordia de los Ohandos.

2 A Timoteo, verdadero hijo en la fe: gracia, misericordia y paz de Dios nuestro Padre, y del Cristo Jesús, Señor nuestro. 6 de lo cual apartándose algunos, se desviaron a vanidad de palabras; 7 queriendo ser maestros de la ley, sin entender ni lo que hablan, ni de donde lo afirman. 8 Sabemos que la ley es buena, si se usa de ella legítimamente;

16 mira en mi, y ten misericordia de ; da fortaleza tuya a tu siervo, y guarda al hijo de tu sierva. 17 Haz conmigo señal para bien, y véanla los que me aborrecen, y sean avergonzados; porque , SE