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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Vistióse, en fin, y poco a poco, porque estaba molido y no podía ir mucho a mucho, se fue a la caballeriza, siguiéndole todos los que allí se hallaban, y, llegándose al rucio, le abrazó y le dio un beso de paz en la frente, y, no sin lágrimas en los ojos, le dijo: -Venid vos acá, compañero mío y amigo mío, y conllevador de mis trabajos y miserias: cuando yo me avenía con vos y no tenía otros pensamientos que los que me daban los cuidados de remendar vuestros aparejos y de sustentar vuestro corpezuelo, dichosas eran mis horas, mis días y mis años; pero, después que os dejé y me subí sobre las torres de la ambición y de la soberbia, se me han entrado por el alma adentro mil miserias, mil trabajos y cuatro mil desasosiegos.
Este período sirvió para demostrar que los hombres ya habían dado de sí todo lo que podía esperarse de ellos. El mundo estaba condenado á una guerra eterna. El egoísmo, la acometividad y la astucia se habían convertido en virtudes políticas, y los pueblos eran tanto más ilustres y gloriosos cuanto más cínicamente las ponían en práctica. No quiero insistir en las miserias de aquel período.
Aquí estamos los hombres caritativos para acudir á las miserias.... Dígame: ¿no me pidió usted noches pasadas? Pues sepa que no le di porque iba muy de prisa. Y la otra noche y la otra, tampoco le dí porque no llevaba suelto: lo que es voluntad la tuve, bien, que la tuve.» Claro es que el cesante pordiosero se quedaba viendo visiones, y no sabía cómo expresar su gratitud.
Así en constantes derroches de nuevos adelantos necesidad irresistible de compensar con siete días de gran señor las miserias del obraje el Silex volvió a remontar el río. Cayé llevó compañera, y ambos, borrachos como los demás peones, se instalaron en el puente, donde ya diez mulas se hacinaban en íntimo contacto con baúles, atados, perros, mujeres y hombres.
Ladeaba la cabeza hacia su acompañante para mirarle. Debía ser una mirada de prisionera agradecida que quiere olvidar las miserias del remordimiento y se siente contenta sensualmente en la vergonzosa esclavitud.
Aquella mujer, á ratos sentimental, que gemía sobre las desigualdades sociales y las miserias de los pobres, era una fuerza explosiva capaz de agrietar el carácter más abroquelado y duro. Saldaña acabó por resignarse, temiendo las acometividades de la nieta del cosaco.
Por lo que yo digo: porque los ingleses se han aficionado al maldito whischy y no hacen caso del buen palo cortado, ni de la palma, ni de ninguna otra de las exelencias de esta bendita tierra... Lo que yo digo: dinero, venga dinero: que vuelvan aquí, como en otros tiempos, las libras, las guineas y los chelines ¡y se acabaron las huelgas, y los sermones de Salvatierra y sus partidarios, y los malos gestos de los civiles, y todas las miserias y vergüenzas que ahora vemos!...
Si le digo a usted, tía, que los pobres no debieran tener hijos; que a uno nadie tiene el derecho de traerle, así, a la fuerza, a compartir las miserias de la vida. ¿Acaso, a la edad de ser padres, no han echado de ver todavía que esto no vale un centavo? y si no hay nada que ofrecer al que ha de venir, ¿por qué obligarle a salir de dónde está sin sentir pena ni gloria?
Tirso era de carácter rudo; su aspereza parecía fruto de cierto orgullo íntimo por el cumplimiento del deber, y con los campesinos guardaba siempre una reserva calculada, cual si pensase que convenía a su prestigio de sacerdote el apartamiento de las miserias humanas. Lo que más contribuyó a su buena fama, fue la indiferencia que manifestó hacia las mujeres desde que tomó posesión del curato.
¡Ah, hermano... hermano! dijo Esteban con expresión de cariñoso reproche . ¿De qué te ha servido tanto leer periódicos y libros? ¿Para qué ese deseo de arreglar lo que está bien, o si está mal no tiene arreglo posible...? De seguir tranquilamente tu camino, serías beneficiado de la catedral, y ¡quién sabe si te sentarías en el coro, entre los canónigos, para honra y amparo de la familia...! Siempre tuviste mala cabeza, por lo mismo que eres el más listo de entre nosotros. ¡Maldito talento que a tales miserias conduce...! ¡Lo que yo he sufrido, hermano, enterándome de tus cosas! ¡Cuántas amarguras desde la última vez que pasaste por aquí!
Palabra del Dia
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