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Actualizado: 12 de mayo de 2025


¡Rodolfo no irá! prosiguió la anciana. ¡Bueno es él para levantarse tan temprano! Si quisieras, Rorró, irías con nosotras.... Yo no pierdo nunca esas misas; me gustan mucho, mucho. Me parece que soy muchacha. El abuelito nos levantaba tempranito. Con él íbamos todos, menos Carmen, porque siempre fué muy floja. ¡Ya se ve! ¡Se acostaba a las mil y quinientas! ¿Vas con nosotras?

Si como creen los físicos, y yo con ellos, su Divina Majestad es servida llamarme a su presencia, lego a vuesamerced mi dinero para que lo goce, pidiéndole únicamente que vista mi cadáver con una buena mortaja del seráfico padre San Francisco, y pague algunas misas en sufragio de mi alma pecadora.

El primer domingo de Agosto amaneció tan espléndido, tan claro y caliente como casi todos sus colegas del estío en Madrid. Los asistentes a las primeras misas en la iglesia de Santiago pudieron ver en una de las capillas laterales a un joven correctamente vestido de negro hincado delante de un confesonario. Nada tenía de particular.

Un judío convertido observó que este milagro consistia en la reflectacion de los rayos del sol por una cortina; i como esta noticia comenzase á correr por la ciudad, temerosos los frailes de perder con ella las limosnas, misas i demás que la devocion de las gentes llevaba al convento á causa de la virtud de aquella prodigiosa imágen, concitaron al pueblo contra los hebreos.

Envía cuantiosas limosnas a las iglesias; encarga misas que no oye; pone cirios a las imágenes, y en el secreto de su habitación se entretiene a veces puerilmente en preguntar a la suerte, echando una moneda al aire, si se condenará eternamente o irá tan sólo al purgatorio. Cuando llega a sus oídos el canto de los sacerdotes que acompañan a un entierro, empalidece, tiembla y se tapa los oídos.

Aunque por razón de párrocos tienen obligación estos curas de aplicar las misas de los días festivos por el pueblo, cantar cada lunes una por las almas de los difuntos, y aplicar otra en cada entierro de los adultos que murieren, como todo se expresa en el informe ya citado que dio el Ilustrísimo Señor Obispo de Buenos Aires, no tengo noticia de que algún cura cumpla con todas estas cargas, y lo más que es que unos cumplen con unas y otros con otras, según la mayor o menor disonancia que le hace el faltar o no a ellas.

En la casa del muerto, á donde habían acudido al día siguiente antiguos conocidos y amigos, se comentaba mucho un milagro. Decíase que en el momento mismo en que agonizaba, el alma de Capitan Tiago se había aparecido á las monjas, rodeada de brillante luz. Dios la salvaba, gracias á las numerosas misas que había mandado decir y á los piadosos legados.

Mientras la joven disponía las flores, fiados en que las tías no podían escucharnos y en que señora Juana había salido, hablábamos de nuestro amor. Las misas de aguinaldo nos dieron ocasión de conversar muy a gusto. Salíamos: tía Pepa nos dejaba atrás, yo daba el brazo a la doncella, y desde la casa hasta la iglesia charlábamos que era una gloria.

Nunca había dudado de las verdades religiosas aprendidas en la niñez; pero jamás había dado capital importancia a las misas y oraciones, ni había pasado en las iglesias más que el tiempo estrictamente necesario.

Colocaba Angelina sus ramilletes en una gran cesta y los cubría con un lienzo, cuando mi tía, tocándome en el hombro, exclamó impaciente: ¡Pero, muchacho, estás ido, o qué te pasa que no oyes lo que te digo! Usted dispense, tía contesté avergonzado, temeroso de que sorprendiera el secreto que me tenía distraído. ¿Misas de aguinaldo?

Palabra del Dia

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