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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Porque... porque si el procurador llega á saber que está usted aquí no lo hará sin que antes usted le envié un regalo y algunas misas. Cierto era lo que había dicho el P. Irene: la cuestion de la Academia de castellano, tanto tiempo ha presentada, se encaminaba á una solucion.

Misas a centenares, funerales a toda orquesta, limosnas a porrillo, y lágrimas y lamentos que afortunadamente tenía el poder de evitar con sus frases chistosas el doctor don Rafael Pajares, quien, como médico de alguna fama, había sido llamado en los últimos días de la enfermedad del marido, lo que aumentó la languidez de éste y su desesperado desaliento.

Los toques de la campana eran pesados y lentos.... Cesaron, y, un instante después, estalló en todas las torres un repique bullicioso y plácido, retozón e infantil, como si convocara turbas escolares, como si los tañedores fuesen angelillos traviesos escapados del cielo. ¡Las misas de aguinaldo! ruido en la habitación contigua. Tía Pepilla se había levantado, y no tardó en llamarme.

Los indianos de la Colonia que en América oyeron muy pocas misas, en Vetusta vuelven, como a una patria, a la piedad de sus mayores: la religión con las formas aprendidas en la infancia es para ellos una de las dulces promesas de aquella España que veían en sueños al otro lado del mar.

El enfermo aceptó, pero agregó: Hay una dificultad. ¡El dinero de mi cuñada quiero que lo lleve mi amigo que me ha ayudado tanto! Deseo darle algo a él, pero quisiera que no supiese que dejo para misas... así, si usted pudiera cambiarme por papeles, yo haría el reparto mañana... ¡No he de morir todavía!

Pero en lo de las misas que no se volvió atrás, y encargó la mar de ellas, repartiendo además aquella semana más limosnas que de costumbre. Cuando comunicaba sus temores a D. Baldomero, este se echaba a reír y le decía: «El chico es de buena índole. Déjale que se divierta y que la corra. Los jóvenes del día necesitan despabilarse y ver mucho mundo.

El enfermo le dijo que bajo la almohada guardaba cinco mil pesos en oro, que entonces tenía un premio de ciento veinticinco por ciento y que quería dejarlos para misas, pero que deseaba dejarle cincuenta mil pesos papel a su cuñada, que vivía en Flores, y era el único pariente que tenía. Cañete se ofreció para decir las misas.

Palabra del Dia

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