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Actualizado: 12 de mayo de 2025
En vez de comprar otras nuevas, gasto el dinero en misas y regalos á San Sebastian, aunque no creo mucho en su virtud porque el cura las dice de prisa y corriendo y el santo es enteramente nuevo, y todavía no sabe hacer milagros, y no está hecho de batikulin sino de laniti... ¡Ay! ¿Qué va á decirme tu padre cuando me muera y le vea?
Doña Elvira no podía quejarse de su hermano, que al fin había demostrado su buena sangre en los últimos instantes; no podía quejarse de sus sobrinas, pájaros inquietos que agitaban sus plumajes con cierta insolencia, pero la acompañaban sin réplica a misas y novenas con una graciosa gravedad, que daba ganas de comérselas a besos.
Qué sé yo... dentro de mí anida este convencimiento como un germen de esperanza, como una semilla que está dentro de la tierra y que no ha brotado pero que vive... Si me constara que ella se ha dicho esto, yo al verla tan religiosa, me volvería el hombre más católico del mundo... Por agradarle, ¡cuántas funciones y misas había de costear yo!
Y en cuanto á lo del paje, creyóse en lo de la muerte casual y violenta y se le enterró; diéronse á su madre de orden del rey ciertos maravedises para lutos; diéronse otros á un capellán para que dijera misas por el alma del difunto y no se habló más de ello, ni á nadie se le ocurrió pensar en venenos ni asesinatos.
Los dos lo tenemos, los dos. En pasando de los sesenta no hay día seguro.... Si esos pensamientos te sirviesen para acordarte más de Dios y trabajar en su santo servicio, me alegraría de que los tuvieses. ¿Te parece que no trabajo bastante por él, y me lleva todos los años más de cinco mil duros en misas y novenas? ¡Vamos, Antonio, no hables así!
Magistral, que admiran y reconocen su virtud y su ciencia, vive sin apuros y modestísimamente con el producto de sus misas y de las particulares lecciones de latín que da a muchos niños. Apenas hay enredo ni lances en esta novela. En ella todo es psicológico.
¡El demonio del capellanzote!... ¡Si pensará que está tratando con alguna pendanga!... ¡Sucio! ¡sucio! ¡suciote!... Ya se lo diré a tu madre, que cree que tiene un santo en casa... ¡Anda, anda con el santo! ¡No, las misas que tú digas que me las claven aquí!
Después se puso a recordar las circunstancias con que la había conocido, las misas que había oído sin atención por mirarla... Sí, sí, ya me acuerdo... Yo decía: ¿Pero qué mirará ese señorito? Y del desaire que me hiciste en la romería, ¿te acuerdas, pícara? ¡Vaya si me acuerdo! ¡Me dio una rabia cuando usted vino a sacarme! ¿Por qué?
Las funciones de iglesia correspondientes al culto divino las hacían con mucha solemnidad, pero no ponían tanto cuidado en lo que pertenecía al bien espiritual de las almas de sus feligreses, pues según se explica el señor don Manuel Antonio de La Torre, obispo que fue de Buenos Aires, en el informe que dio al excelentísimo señor don Francisco Bucareli, gobernador de dicha ciudad, tratando del señalamiento de sínodo a los nuevos curas que sustituyeron a los jesuitas, éstos no aplicaban ninguna de las misas por los difuntos, ni las de los días de fiesta por el pueblo, ni la que debían cantar los lunes por las almas del purgatorio, ni tampoco llevaban el Santísimo Sacramento a casa de los enfermos, pues a éstos, cuando se les había de administrar, los llevaban y ponían en una casa o capilla, frente de la misma iglesia, y allí solos administraban, sucediendo algunas veces el que al llevarlos o volverlos se morían algunos de frío en el camino.
Al día siguiente se celebra en los pueblos de este departamento, por disposición mía, un aniversario por las almas de los hijos del pueblo, con vigilia, misa y responso solemne, y aplican todos los religiosos que asisten las misas de aquel día, pagando su estipendio del común del pueblo.
Palabra del Dia
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