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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Bastaba que Clementina le mirase ceñuda y le dirigiese una seca reprensión para que el loco se sometiese repentinamente. En cambio, no hacía caso alguno de su yerno. Cuando el criado que le cuidaba, viéndole tranquilo iba a recrearse un poco con sus compañeros, el loco acostumbraba a vagar por las habitaciones del palacio mirándose con atención a los espejos.
Ella, irritada por el recuerdo de aquella enormidad, sin atreverse á mirar á nadie frente á frente, temerosa de que el hombre á quien mirase fuese el autor de su vergüenza, con el duque de Osuna había sido con el único que había hablado sin empacho.
Beatriz cantaba: Ventura quiso qu'os viese, amor que luego os amase, ausencia que n'os mirase porqu'en veros no muriese: todo lo hizo ventura, ventura fue conosceros, conosceros fue quereros, quereros fue desventura.
Y Rafael se juraba a sí mismo que había de cambiar, para que no le mirase con sus ojazos de pena aquel ángel que le aguardaba en lo alto de una colina, cerca de Jerez, y corría cuesta abajo entre el ramaje de las cepas, al verle de lejos galopar por la polvorienta carretera. Una noche, los perros de Marchamalo ladraron desaforadamente.
Quieren, como el cocinero Que en su oficio mas mirase, Que se ase y no se abrase La carne de aquel cordero. Sube el humo al ayre vano, Y á veces le dá en los ojos, Quema el fuego los despojos Que le vienen á la mano. Vase arrugando el vestido Con el calor violento, Y el fuego poco contento Busca lo mas escondido.
Hasta el mismo entusiasmo, hasta el mismo semi-religioso fervor con que miro el asunto, es en mi daño y me le hace más difícil. Si yo le mirase con frialdad, ya me las compondría, tomando de aquí y de allí, no del natural, sino de libros, que me servirían de guía y modelo; ya lo compaginaría y arreglaría todo lo menos mal posible.
¡Miedo!... Esta palabra bastó para que Febrer saliese de su encogimiento suplicante y mirase con soberbia a los rivales sentados ante él. ¿Miedo a quién?... Sentíase capaz de pelear con todos estos rústicos y sus innumerables parientes. ¡Miedo no, Margalida! Ni por él ni por ella debía temer. Lo que Jaime la suplicaba era que respondiese a su pregunta. ¿Podía esperar? ¿Qué pensaba contestarle?...
Sus papas lo llevaban bastante elegantito, eso sí, pero limitábanse a darle los domingos tres pesetas y un sermón encargándole que no fuese derrochador ni calavera, que mirase en qué gastaba su dinero... y mucho cuidadito con meterse en sitios malos. Mendigaba alguna invitación en las redacciones de los periódicos, y si la conseguía, iba al baile, pero sólo hasta la una. ¿Ha visto usted?
V. Md., si le mirase uno, ha de ir volviéndose con él, como la flor del sol con el sol; si fueren dos y miraren por los lados, saque pies, y para los de atrás traiga siempre el sombrero caído sobre el cogote, de suerte que la falda cubra el cuello y descubra toda la frente, y al que preguntare que por qué anda así respóndale que porque puede andar con la cara descubierta por todo el mundo.
Y como la joven le mirase sorprendida, su hermana añadió tímidamente: Mamá se lo está comunicando en este momento a papá. La cara de Presentación expresó un gozo sincero. ¿Es de veras? ¡Cuánto me alegro, hermana de mi alma! exclamó levantándose y abrazándola con efusión. ¡Toma un beso, toma dos, toma veinte!... Sea enhorabuena.
Palabra del Dia
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