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Actualizado: 11 de mayo de 2025
-No me dieron a mí lugar -respondió Sancho- a que mirase en tanto; porque, apenas puse mano a mi tizona, cuando me santiguaron los hombros con sus pinos, de manera que me quitaron la vista de los ojos y la fuerza de los pies, dando conmigo adonde ahora yago, y adonde no me da pena alguna el pensar si fue afrenta o no lo de los estacazos, como me la da el dolor de los golpes, que me han de quedar tan impresos en la memoria como en las espaldas.
No puedo decir si su aspecto hacía reír o imponía respeto: creo que ambas cosas a la vez, y según como se le mirase. Puede decirse que su vida era la historia de la marina española en la última parte del siglo pasado y principios del presente; historia en cuyas páginas las gloriosas acciones alternan con lamentables desdichas.
¿Y para qué dijo la buena anciana escatimar tanto la fe, que al fin es la primera de las virtudes? ¿Qué te parecería, hijo de mis entrañas, si yo te dijese: te parí, te crié, te puse en camino; cumplí pues, con mi obligación?, ¿si sólo como obligación mirase al amor de madre? Que no era usted buena madre, señora.
Ayer, las blancas arenas Deste arroyuelo volviste Perlas, cuando en él pusiste Tus pies, tus dos azucenas; Y porque verlos apenas Pude, porque nunca pára, Le dije al sol de tu cara, Con que tanta luz le das, Que mirase el agua más Porque se viese más clara.
No tenía valor, ni aun deseo de mandar a don Álvaro que se callase, que se reportase, que mirase quién era ella. «Bastante lo miraba, bastante se contenía para lo mucho que aseguraba sentir y sentiría de fijo». «No, no, que no calle, que hable toda la vida», decía el alma entera.
Lo primero, le aconsejaría que mirase más a la fama que a la hacienda, porque la buena mujer no alcanza la buena fama solamente con ser buena, sino con parecerlo; que mucho más dañan a las honras de las mujeres las desenvolturas y libertades públicas que las maldades secretas.
No hay en la decoracion de esta capilla una línea recta en que pueda reposar la vista: todas aparecen ondulosas, disfrazadas, interrumpidas, como si las mirase uno por un vidrio lleno de visos. Su bóveda, sus paredes, su gran retablo, sus altares de Sto.
Pero puso aún más empeño en aislarse, en vivir retirado del trato social. Salía tan sólo al amanecer, y daba algunos paseos por la punta del Peón, contemplando el mar con ojos extáticos, que alguna vez tomaban una expresión de angustia que apenaría seguramente a quien los mirase. En cuanto el muelle comenzaba a animarse, y la villa despertaba de su sueño, retirábase a toda prisa a casa.
En este tiempo vino a posar al mesón un ciego, el cual, paresciéndole que yo sería para adestralle, me pidió a mi madre, y ella me encomendó a él, diciéndole cómo era hijo de un buen hombre, el cual por ensalzar la fe había muerto en la de los Gelves, y que ella confiaba en Dios no saldría peor hombre que mi padre, y que le rogaba me tratase bien y mirase por mí, pues era huérfano.
Tratamos mal al compañero Poeta, y yo, diciéndole que mirase de la que nos habíamos escapado, y escarmentase, díxome que no era suyo nada de la Comedia, sino que de un paso de uno y otro de otro había hecho la capa de pobre de remiendo, y que el daño no había estado sino en lo mal zurcido.
Palabra del Dia
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