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Actualizado: 10 de junio de 2025


Ahora, como ya pasó, es lo mismo que cuando hay que saltar un foso muy ancho: se salta, ¡zas!, y ya no se piensa en ello. ¡Se acabó! Miranda se reía, sentado próximo a su novia, mirándola de cerca y hallándola muy linda, transformada casi con el tocado de viaje y la animación que encendía sus mejillas y arrebolaba su fresca tez.

¿Qué me taes, abuelita, qué me taes? preguntó, mirando con avidez a doña Paula, después de haberla abrazado por las piernas con tal ímpetu, que por poco da con ella en tierra. La muñeca, hermosa, que te ha arreglado la chacha. Muñeca no... muñeca pa Lalina... yo soy gande... yo quero un chocho. No tengo chochos aquí, vida mía respondió la abuela mirándola embelesada.

Mientras la escuchaba, sufriendo secretas agonías, la fisonomía de Jacobo había ido tomando una expresión dulce y seria. dijo al fin, lentamente y la voz algo alterada mirándola con una ternura infinita , , debe haber un Dios y una vida mejor... y almas inmortales, puesto que hay un ser como usted... ¿Pero, qué tiene? ¡Gran Dios! exclamó de pronto.

En su recuerdo indeleble aquella faz espantosa Ayela guardado habia; y aquella mirada odiosa, sensual y repugnante que la contemplaba absorta, era la mirada misma de aquella terrible hora; y él, que de Ayela tenía en su conciencia la copia, la devoraba mirándola con expresion misteriosa, mezcla de amor y de espanto y dulce á la par que torva.

Mirándola a ella y mirando al sol que inundaba el valle, tras unos días tan negros y tan tempestuosos como los recién pasados, yo no por qué llegué a ver en la nieta de don Pedro Nolasco, algo así como la paloma que volvía al arca anunciando que había cesado ya la ira de Dios y que toda la Naturaleza surgía de los abismos de tinieblas purificada de las culpas e iniquidades de los hombres.

Vamos. Sol no hablaba. Lucía, como que quería defenderla de la directora, que entraba ya en el salón con su paso pomposo. Enseguida, señora, enseguida. Entre usted y detrás vamos nosotras. Voy a coger dos rosas de esta enredadera: esta para Sol y se la prendió con mucha ternura, mirándola amorosamente en los ojos ; esta, que es la menos bonita, para . ¡Oh, usted es tan buena! ¿Usted?

Entonces Isidora vio que la marquesa sacó unos lentes de oro, y aplicándolos a sus ojos, la miraba, la observaba detenidamente, callada, fría, como si examinara un objeto raro, pero no tan raro como para despertar admiración. Isidora creyó que la señora había estado mirándola siglo y medio, año más, año menos. Al fin, de aquella hermosa esfinge con lentes salió una palabra.

Dime una cosa... ¿Te has fijado en determinada mujer? le preguntó su amiga mirándola de hito en hito. No ; esta noche se me ocurrió si será Sofía la Ferrolana, o la Peri, o Antonia, esa que estaba con Villalonga. Es natural, piensas en las que conoces. ¿Qué me das, querida mía, si te lo averiguo?

Y mirándola él también, de repente volvió a su risa pueril, motivada por las cosquillas que en el cuello le hacía el gatito... «Si es un granuja este... si no me deja vivir». Fortunata daba suspiros, sin que el anciano se enterase de esta expresiva manifestación de disgusto, y al fin, ella, comprendiendo que era inútil esperar de aquella ruina apuntalada un consuelo y un consejo, decidió retirarse.

¿Y qué soy ahora? preguntó el anciano, mirándola fijamente al rostro, y dejando que toda la perversidad de su alma se retratase en la fisonomía. ¿Qué soy yo ahora? Ya te he dicho lo que soy: un enemigo implacable: un demonio en forma humana. ¿Quién me ha hecho así? Yo he sido, exclamó Ester estremeciéndose. Yo he sido, tanto ó más que él. ¿Por qué no te has vengado en ?

Palabra del Dia

consolándole

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