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Actualizado: 24 de junio de 2025


Hasta había recobrado de su padre, por intercesión de don Pablo, el cuchillo regalado por Febrer, y contaba con la promesa de una pistola moderna presente del capitán: una de aquellas armas milagrosas que había admirado en Palma en los escaparates del Borne. Apenas se efectuase el casamiento de Margalida, saldría en busca de novia por el cuartón, llevando en la faja estos dos nobles acompañantes.

Una de ellas era alta y corpulenta, los cabellos rubios, la tez blanca, donde lucían unos grandes ojos negros como dos lámparas milagrosas. Sus facciones de pureza escultórica, su hermosa frente erguida con arrogancia y la grave serenidad de su mirada, no exenta de severidad, traían á la memoria la célebre cabeza de la Juno de Ludovisi.

También sabía de medicina y había hecho curas que pasaron por milagrosas. Era tan grandón que su manteo parecía tener una pieza de tela, y cuando se embozaba no concluía nunca de echar paño al viento. Su sombrero de teja no medía menos de una vara, y como lo llevaba siempre un poco echado atrás y su cuerpo se encorvaba hacia adelante, parecía que iba cargando una pesada viga.

Junto a las mesas, los calendarios de pared ostentaban grandes imágenes de santos y de vírgenes al cromo. Algunos empleados, abandonando toda discreción, para halagar al amo, habían clavado junto a sus mesas, al lado de almanaques ingleses con figuras modernistas, estampas de imágenes milagrosas, con su oración impresa al pie y la nota de indulgencias.

Sintió una lástima inmensa por San José. «Supongamos, se decía, que él, y nadie más que él, fuera el padre de su hijo putativo; que fuese el padre..., sin perjuicio de todas las relaciones misteriosas, sublimes, extranaturales, pero no milagrosas, que podía haber entre la Divinidad y el Hijo del hombre...; supongamos esto por un momento. ¡Qué horror! ¡Arrancarle a San José la gloria..., el amor... de su hijo!... ¡Todo para la madre! ¿Y el padre? ¿Y el padre?». Pensando estos disparates, se le llenaron los ojos de lágrimas. ¿Si estaría loco efectivamente? ¡Pues no se le ocurría, cuando debía estar tan contento, echarse a llorar, lleno de una lástima infinita del patriarca San José!

Recordaba en él las milagrosas historias con que su madre le adormecía por la noche; el gran prodigio de un siervo de Dios para burlar sobre aquellas aguas los empedernidos pecadores. San Raimundo de Peñafort, virtuoso y austero monje, indignábase contra el rey don Jaime de Mallorca, torpemente amancebado con una dama, doña Berenguela, y sordo a sus santos consejos.

Calendal es sólo un pescador; el amor lo transforma en héroe... Para conquistar el corazón de su amada, la hermosa Estérelle, acomete empresas milagrosas, y los doce trabajos de Hércules son nada si se comparan con los suyos. Una vez, como se le ocurriera hacerse rico, inventa formidables artes de pesca y arrastra al puerto todos los pescados del mar.

Dos ó tres individuos decían que el físico, durante su cautiverio entre los indios, había aumentado sus conocimientos médicos tomando parte en los encantamientos ó ceremonias mágicas de los sacerdotes salvajes; quienes, como se sabía de fijo, eran hechiceros poderosos que á veces realizaban curas casi milagrosas merced á su pericia en la Magia Negra.

Al mismo tiempo que circulaban las sagradas historias del Antiguo y del Nuevo Testamento, las antiguas leyendas cristianas, etc., de todos conocidas, corrían también número casi infinito de tradiciones españolas y leyendas milagrosas, que se aumentaban de día en día.

Palabra del Dia

rigoleto

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