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Actualizado: 31 de mayo de 2025
¡Tanto tiempo sin vernos! exclamó Juan pasándole el brazo por la espalda. ¡Tenía que ser, tenía que ser! dijo ella inclinando su cabeza sobre el hombre de él . Es mi destino. ¡Qué guapa estás! ¡Cada día más hermosa! Para ti toda afirmó ella, poniendo toda su alma en una frase. Para mí toda dijo él, y las dos caras se estrujaron una contra otra . Y no me la merezco, no me la merezco.
Te he querido con toda mi alma, Inesilla, y con veinte almas más, porque una sola no basta para quererte como te quiero... Dime con la mano puesta sobre el corazón si lo mereces tú; dímelo. Pues no lo he de merecer me contestó sonriendo . Merezco eso y mucho más, porque me lo tengo ganado y pagado con interés y anticipación. ¿Pero no ve usted, Sr.
Te andan dentro de ellos todas las auroras de la gloria celestial y todas las llamas del Infierno... Quiéreme, aunque no me lo merezco. ¡Me muero por ti! Si no me quieres, te irás al Infierno... para que lo sepas; te irás conmigo... te llevaré yo, arrastrándote por estas barbas.
Había leído con espanto la cantidad consignada en el documento de crédito: primeramente en cifras, luego en letras. ¡Doscientas cincuenta mil pesetas!... ¡Cincuenta mil duros! Eso no es para mí volvió á decir . No lo merezco... ¿Qué puedo hacer con tanto dinero? Fingió irritarse el capitán por su desobediencia.
Soy pronto en mis decisiones: antes de anochecer sabrá usted si fui digno de la confianza que depositó en mí y si merezco el consejo que ahora mismo me está dando. E hizo un ademán de retirarse, después de dirigir un saludo al conde. ¿Se va usted sin decir nada a Felipe? insinuó el anciano, deseando que terminase allí el lance. Cierto; le debo una satisfacción y voy a dársela dijo Amaury.
Te entiendo, picarín gangueó el señor Bellido, retirando los ojuelos, uno de ellos con guiños de despedida, detrás de las vidrieras, y retrayendo el pescuezo a su longitud usual . Tú no quieres que se difunda la noticia de que el franchute es tu socio capitalista, ¿eh? Pues, por mí.... Y para que te convenzas de que merezco tu confianza, voy a darte otra noticia.
Capítulo XVI Donde se prosigue la demostración de que el amor puede hacer astuta a la engañada y crédulo al engañador La carta confiada por don Juan a Julia y leída con avidez por Cristeta, decía lo siguiente: «Sé que no tengo derecho a pedirte nada, ni lo merezco, pero es necesario que hablemos una sola vez; cinco minutos, donde tú quieras. Puedes escribirme a mi casa con entera confianza.
Aunque tu experiencia no te aprovechara a tí, ha aprovechado a tu hijo, a quien quieres más que a tí misma... ¡Y no puedes reprocharme que te aconsejara mal por malicia o mala voluntad! Te aconsejé como pude y como supe. Si me equivoqué, merezco tu perdón.
Si él se enterase de esta escapatoria se enfadaría conmigo y me echaría una reprensión que no merezco, puesto que no tengo la menor culpa de nada. » ¡Qué suerte! exclamé. » ¿Y esa infeliz que ha venido con nosotros? preguntó Magdalena. » ¿Qué?
En suma, yo infiero, de lo que me dices, estas desconsoladoras y amargas verdades; que te has burlado de mí; que mi segunda juventud, mis hazañas y mi gloria fueron soñadas; que mis delitos también lo fueron; y que siéndolo, quedan en duda las energías de mi ser y no merezco ahora, ni más ni menos que antes, alabanza o vituperio, galardón o castigo.
Palabra del Dia
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