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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Quiere usted, con su inmensa bondad, aplicarme á mí los consuelos de la religión: eso no es para mí, no lo merezco. Usted lo merece todo, consuelo, amistad, amor. Yo sé lo que merece, y, por lo tanto, lo tendrá. Sentimientos como los de usted no han de estar olvidados tanto tiempo. ¡Bendita sea usted mil veces! Pero se equivoca, eso no es para mí.
Mi barba ya blanquea por varios sitios, como estás observando. Lo que en un joven puede disculparse como locura, como expansión irremediable del fuego que corre por las venas, en un viejo se llama crimen. El amor, a la edad en que yo estoy, no debe tapar con sus alas la luz de la razón, y si la tapa merezco el calificativo de insensato. Mi resolución podrá sernos amarga a los dos.
D. Jeremías ha hecho bien en perseguirme y en maltratarme de palabra y de hecho. Merezco mucho más. ¿Pero le ha maltratado de veras? preguntó sorprendida la prendera. Sí, señora; días pasados, en la sacristía de San Ginés, me injurió y me abofeteó delante de varias personas. ¡Qué escándalo! No, no es escándalo, señora. El escándalo ha sido el mío cometiendo un delito.
Ya veo que el de usted no necesita remolque. No, gracias á Dios, que me da más de lo que merezco. Ochenta años; no haber hecho mal á nadie en una vida tan larga; haber corrido tantos temporales, y venir á morir en mi cama, como buen cristiano y al lado de un amigo, ¿no fuera cubicia y desvergüenza pedir más, retiña?
Entonces sí demostró que en el fondo de su ser existían instintos y sentimientos maternales; entonces sí que abrazó y besó con efusión tiernísima a la hija que había llevado en sus entrañas... Y tanto se excitó, que temiendo le diera un síncope, quitáronle de los brazos a la nena. «Sí, que te lleven, que te quiten de mi lado... No merezco tenerte... Me tienes miedo, rica... Como que cuando seas mañosa, no te dirán 'que viene el coco', sino 'que viene tu madre'. ¡Ay, qué pena!... Pero estoy conforme.
Sí, padre, y ha dicho que sí. ¿Le has preguntado si aceptará por marido á D. Casimiro? Sí, padre, y también ha dicho que sí. ¿Y no serán parte el temor y el respeto que inspiras á tu hija en esas respuestas? Creo que no merezco sólo inspirar á mi hija respeto y temor, sino también cariño y confianza.
La Pitusa no expresaba nada, por lo cual su fervorosa amiga volvía al ataque con más brío y pasión. «Fortunata, hija mía, por el cariño que me tiene, y que yo no me merezco, por el que yo le he tomado y que le conservaré toda mi vida, le pido que se arranque esa idea, y la arroje aquí, como si fuera un adorno de los que se ponen las pecadoras, un lunar postizo, un colorete.
Resígnese y sufra, y no pretenda que la ayude nadie a enmendar los decretos de Dios. » ¡Mujer, mujer! exclamó aquí el bueno del marido , ¡caridad siquiera! » ¡Oh!, déjela usted decir, que no me duele por lo que de ello me toca: eso y más merezco. «Quien la hizo, que la pague»: ha dicho muy bien esta señora; nada más justo.
¡Entonces, es usted libre, Mabel, libre para casarse conmigo! grité, casi fuera de mí de alegría. Ella bajó la cabeza y contestó, en una voz apenas perceptible: No, Gilberto, no lo merezco; soy indigna de eso. Lo he engañado.
Señora exclamó D. Paco poniéndose de rodillas si la señora doña Asuncioncita no se queda en la casa, usted se condenará. ¿Pues qué ha hecho? Salir a dar un paseo. ¿Verdad, niña mía? No; ¡mi madre no me perdona! gritó con desesperación la muchacha . Llévenme fuera de aquí. No merezco pisar esta casa... Mi madre no me perdona. Vale más que me maten de una vez.
Palabra del Dia
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