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Actualizado: 27 de junio de 2025
Con los ojos sí se lo daba a entender, y hasta con ciertas parábolas y alegorías que tomaba de la Biblia y otros libros orientales; pero la señora de sus amores no hacía caso de los ojos de don Saturno ni entendía las alegorías ni las parábolas; no hacía más que decir a espaldas de Bermúdez: No sé cómo ese don Saturno puede saber tanto: parece un mentecato.
Yo te aseguro que estos refranes te han de llevar un día a la horca; por ellos te han de quitar el gobierno tus vasallos, o ha de haber entre ellos comunidades. Dime, ¿dónde los hallas, ignorante, o cómo los aplicas, mentecato, que para decir yo uno y aplicarle bien, sudo y trabajo como si cavase?
En ninguna encontró aquella rara mezcla de amor ardiente y de cariño impecable, aquella voluptuosidad empapada de ternura, ni aquel sensualismo exento de vicio. ¡Los labios de fuego, las miradas castas! ¡Ah, necio y mentecato, que por propia culpa la perdió! «Ella..., ella ha hecho bien en casarse, o en regalarse a quien le haya dado gana.
¿Pero a usted quién le ha dicho?... Palabra de... quiero decir... yo no sé... yo niego.... Es usted un mentecato y un hablador insustancial ¿Cree usted que asuntos tan serios se vienen a tratar al café? ¿Ven ustedes? Lo que yo decía gritó Foja triunfante sin hacer caso de los insultos. Ronzal negó, se obstinó en callar; pero se conocía que le costaba grandes esfuerzos.
Hace dos horas que me paseo por el presidio, para hacer tiempo, oyendo la charla de un idiota que ha sido notario y de un mentecato que ha sido médico. ¡Pobre amigo! Eso es lo que hubieran hecho de ti diez años de esta infernal existencia. Más vale morir al tratar de ser libre. Mientras hablaba, Tragomer se estaba desnudando.
En una palabra; con el método analítico que hoy se emplea, con cuatro chuscadas y con un poquito de mala fe, nada más llano que demostrar que el propio Homero era un mentecato. Por otra parte, yo no comprendo qué ventaja pueda traer una censura muy feroz de los autores, aunque sean malos.
Estaba resuelto a hacerle comprender que no era ningún chicuelo o mentecato de quien se pudiera burlar impunemente. Después de todo, salvando su hermosura, que seguía reconociendo, lo que en ella amaba y admiraba más era el espíritu candoroso y sincero que pensaba poseía.
Mi yerno tal vez finja escandalizarse, pero ya le arreglaré yo la cuenta. Más valiera que no hiciese la vista gorda ante los paseos que Juanito, ese cadete sobrino de don Sebastián, da por el claustro cuando mi nieta se asoma a la puerta. El muy mentecato sueña nada menos que con emparentar con el cardenal y que su hija sea generala. Bien podía acordarse de la pobre Sagrario.
Y acercándose a él y metiéndole la voz por el oído, comenzó a decirle: ¿No comprendes, mentecato, que Miguel no es hijo mío?... Si lo fuese le pegaría como a ti... Pero tú eres mayor qué él, y estás en tu casa... Debieras dar ejemplo... ¡A quién se le ocurren sino a ti esas cosas, majadero!... Eres capaz tú solo de revolver esta casa y todas las de Madrid... ¿Es eso lo que te enseña el maestro en la escuela? ¿Di, gaznápiro, di?...
Admirado quedó el del Verde Gabán del razonamiento de don Quijote, y tanto, que fue perdiendo de la opinión que con él tenía, de ser mentecato.
Palabra del Dia
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