Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 6 de octubre de 2025
Para exponer el estado del teatro español en el año 1835, cuando la revolución contra el clasicismo echó raíces profundas en la Península, conviene tener presentes las palabras de Larra, en la Revista española, al decir que es monstruoso el caos de títulos y de obras de nuestro teatro; porque, en primer lugar, encontramos la comedia antigua, con cuya denominación general se designan todas las obras dramáticas del tiempo de Comella; en segundo lugar, el melodrama, correspondiente á nuestro interregno literario y traído á España del teatro de la Porte de Saint Martín; en tercero, el drama sentimental y patibulario, hermano primogénito del anterior é importación también extranjera; después, la comedia llamada clásica de Molière y de Moratín, con sus versos asonantados ó su prosa casera; después, la tragedia clásica con su versificación pomposa, y su aditamento de metáforas y de pensamientos sublimes de sangre azul; además, las bagatelas de Scribe, insípidas á veces, y otras entretenidas; el drama histórico, crónica versificada ó en prosa poética, con trajes anticuados y decoraciones ad hoc; por último, para no olvidar nada, el drama romántico, género literario nuevo y original, nunca antes visto ni oído, especie de cometa que se presenta por vez primera en nuestro sistema literario, con su cola anunciando sangre y horrores, descubrimiento desconocido de todos los siglos anteriores, y reservado á los Cristóbal Colón del XIX; en una palabra, la naturaleza en la escena; la luz, la verdad y la libertad en la literatura; la proclamación de los derechos del hombre, la anarquía, en fin, empeñada en convertirse en ley.
La familia ó lo que queda de ella, pues todo esto es muy antiguo, asegura la inocencia del condenado, se discute, se estudia, se aducen pruebas, todo va bien hasta el momento en que se encuentra en Lieusaint la espuela de plata de Lesurques, y entonces ¡pataplún! todo se derrumba. ¡Adiós las pruebas serias! Se cae en el melodrama, en el que basta enternecer para ganar la partida.
Era alto, enjuto, desgarbadote y algo cargado de espaldas; la barba espesa y crespa se le comía gran parte del rostro, dándole un aspecto terrorífico de bandido de melodrama; pero no era más que un antifaz, pues examinándolo bien, bajo la máscara de pelo veíase la cara sonrosada e inocente de un ruño, la mirada tímida y la sonrisa bondadosa de esos seres detenidos en la mitad de su crecimiento moral, que aunque mueran viejos son débiles y blandos, faltos de voluntad, incapaces de vivir sin el calor que presta el cariño.
¿Le preparaba alguna escena de melodrama aquel imbécil de Hardoin? No le faltaba más que ese ridículo. Presa de una viva irritación, saludó con tiesura y se puso a la defensiva. Señor conde comenzó el notario en tono ceremonioso, he rogado a usted que pasara por mi despacho para una comunicación urgente de parte de esta señorita.
El estilo dominante de la función era el de la penosa medianía; el melodrama no fue bastante malo para reír ni bastante bueno para conmover los espíritus. Pero, el maestro, volviéndose aburrido hacia la niña, sorprendiose y sintió algo como vergüenza, al reparar en el efecto singular que causaba en aquella naturaleza tan sensible.
Las camas se hundían en pavorosos subterráneos, los armarios eran puertas disimuladas, todo rincón tenía oculto á un asesino. Había que castigar á esta nación traidora que preparaba su suelo como un escenario de melodrama. Los funcionarios municipales, los curas, los maestros de escuela, dirigían y amparaban á los franco-tiradores.
Esto, sí... Maximiliano maltratado... tú entrando en casa tan tarde y con esos modos de traidora de melodrama. Fortunata, después de mirar de hito en hito a doña Lupe por espacio como de un minuto, volvió a apoyar la mejilla en el puño sin decir una palabra. «Pues me he enterado... Me gusta...». Y fue a la alcoba, porque se oyó la voz de Maxi llamando. Poco después se le sintió vomitar.
Era un monumento casi en ruinas, un convento de melodrama, lúgubre y misterioso, en cuyos claustros acampaban vagabundos y mendigos. Para entrar en él era preciso atravesar el cementerio de los frailes, con sus fosas removidas por las raíces de las plantas silvestres, que sacaban los huesos a flor de tierra.
Llegó el sábado; fijáronse en las esquinas los carteles teatrales, leyolos, calculó cuál sería la función más larga, y vio que en la Zarzuela representaban un melodrama en cinco actos, seguido de sainete; es decir, cinco entreactos, que era lo que a él le interesaba.
¡Y yo! respondió el oficial, apretando en sus manos las del duque ; ¡yo que me habría dejado cortar las dos piernas por evitaros los malos ratos que habéis pasado! Pero estamos hablando de la ópera, y no quiero cantar en tono de melodrama. Bien pensado dijo el duque ; y más valdrá que me cuentes lo que ha pasado aquí durante mi ausencia. ¿Qué se dice?
Palabra del Dia
Otros Mirando