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Actualizado: 17 de junio de 2025


Y se estremecían con una emoción religiosa al oir los sonidos del piano y la voz de Elena. Era como la melodía de un mundo lejanísimo que iba llegando á través de las paredes de madera hasta esta muchedumbre simple de gustos, que en punto á música llevaba varios años sin oir otra que la de las guitarras del boliche.

Gran civilización, gran pueblo en la acepción que tiene valor para la historia , son aquellos que, al desaparecer materialmente en el tiempo, dejan vibrante para siempre la melodía surgida de su espíritu y hacen persistir en la posteridad su legado imperecedero según dijo Carlyle del alma de sus «héroes» : como una nueva y divina porción de la suma de las cosas.

A me regaló su libro La Hacienda de España y modo de reorganizarla. Yo lo recuerdo como si fuera ahora. Era un señor grueso, alto, con la cara llena, todo afeitado... Pausa ligera. Suenan las fichas sobre los mármoles; el pianista preludia una melodía.

Un afluente arroyuelo, que de la selva umbría desciende entre peñascos, la baña con amor; y un chorro le regaba por tosca cañería, que en la callada noche es canto y melodía y néctar cristalino del día en el calor.

Una de aquellas tardes que fué, encontró sola a Carmencita, y apenas se saludaron, le preguntó Salvador: ¿Todavía lees aquel libro que te hace desvariar? Ella dijo, con su voz de melodía triste: Todavía.... Pues yo voy a traerte otro libro santo muy alegre, con tapas azules y letras de oro, si me prometes que leerás en él un poco todos los días. Si dices que es santo....

Y sin embargo, esta discorde algazara sin melodía y sin ritmo, más primitiva que la música de los salvajes, es alegre en aquesta singular noche, y tiene cierto sonsonete lejano de coro celestial.

Nos habíamos reunido sobre la tolda; hablábamos todos en voz baja, coma si temiéramos romper el prisma delicioso tras el que veíamos la naturaleza y las cosas al espíritu. Así, uno de nosotros, casi murmurándola, recitó la melodía de Fallon a la Luna, que en ese instante se levantaba bajo un cielo de incomparable pureza.

Trémulo como el viento, en la laguna triste brillaba el resplandor siniestro de amarillenta luna. Sentado allí en su orilla y a tu lado pulsaba yo el laúd, y en dulce trova tu belleza y mi amor tierno cantaba, y en triste melodía el viento, que en las aguas murmuraba, mi canto y tus suspiros repetía.

A sus queridas les cantaba al oído las óperas enteras, como dándoles besos con el aliento, que parecía salir perfumado por la melodía. Una novia suya lo dijo: aquel hombre de tan buen color, tan buenas carnes, de cutis fresco y esbelto como él solo, esparcía así como un olor, que seducía, a música italiana.

Su ausencia, no muy larga, no fue perdida para él, pues la de Raynal no cesó de prodigarle elogios. ¡Qué encantador caballero! Tan sencillo, tan amable, tan respetuoso con las señoras... Enteramente como tu pobre padre, hija mía. Liette no pensaba en interrumpirla, dulcemente mecida por aquellas palabras acompañadas muy bajito por una melodía de Gounod.

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