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Actualizado: 26 de mayo de 2025
El alto reloj de pesas dio, con fatigado son, la medianoche. Julián era el único despierto; sentía frío en las médulas y en los pómulos ardor de calentura. Subió a su cuarto, y empapando la toalla en agua fresca, se la aplicó a las sienes.
Ríete, lucero, que cuando tú te ríes me alumbra el sol á la medianoche. Y si otra vez me pongo guasón, como hace poco, me dices: «Manolo, cierra el pico y déjame el alma quieta», ó si tú quieres, hija de mi alma, me das un lapo con esta mano rica que beso con tu permiso... y con el del dueño del establecimiento. Y estampó en ella, efectivamente, tres ó cuatro besos. Soledad la retiró riendo.
Los padres agustinianos sacaban, hasta poco después de 1824, la célebre procesión de Jueves Santo, que concluía, pasada la medianoche con no poco barullo, alharaca de viejas y escapatoria de muchachas. Más de veinte eran las andas que componían la procesión, y en la primera de ellas iba una perfecta imagen de la Muerte con su guadaña y demás menesteres, obra soberbia del artista Baltasar Gavilán.
Un reloj lejano dio las doce y cuarto, y a poco bajó pausadamente de la calle de Serrano un hombre muy alto, con gran levitón y sombrero de copa, trayendo ambas manos cruzadas a la espalda; parecía un loco desocupado que fuera a tomar el fresco de la medianoche en Recoletos, o un genio que meditara una obra maestra, o un desesperado que fuera a escoger el árbol más a propósito para ahorcarse a la luz de la luna, o el lugar más solitario para descerrajarse un tiro en mitad del pecho.
6 Y nosotros, pasados los días de los panes sin levadura, navegamos de Filipos y vinimos a ellos a Troas en cinco días, donde estuvimos siete días. 7 Y el primero de los sábados, juntos los discípulos a partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de partir al día siguiente; y continuó la palabra hasta la medianoche. 8 Y había muchas lámparas en el aposento alto donde estaban juntos.
Pues señá de la media almendra, voy a mandar hacer el ataúd y después a matar a Medianoche, brindándoselo a Lucía del Salto, que se pondrá poco hueca en gracia de Dios. ¡Dale con esa mujer! exclamó María, incorporándose con un gesto de rabia . ¿No dicen que se iba con un inglés?
Pensó prevenir a su padre; pero la joven, que le adivinó el pensamiento, le declaró con firmeza que sería inútil y aun nocivo para todos este paso. En cuanto tuviese un momento libre para escaparse, lo haría aunque fuese a medianoche. El P. Gil tuvo la debilidad de ceder. Con la viva imaginación que la caracterizaba, la hija de Osuna se puso a idear los medios de llevar a cabo su propósito.
Tanto mejor; y quiera Dios que siga andando, como el judío errante, hasta el día del juicio. Ahora vengo de ver los toros de la corrida de esta tarde. ¡Ya nos darán que hacer los tales bichos! Hay uno negro que se llama Medianoche, que ya ha matado un hombre en el encierro. ¿Quieres asustarme y ponerme peor de lo que estoy? dijo María . Cierra las persianas, que no puedo aguantar el resplandor.
Sólo cuando rayaba el alba logró cerrar los ojos con un sueño inquieto y fatigoso. Á medianoche. AÚN no ha caído la última hoja de los árboles y ya arde el fuego en la chimenea. ¿Quién tendrá frío? El gabinete es rojo. Las espesas cortinas de damasco, que caen formando pliegues sobre la alfombra, no dejan paso á la claridad de la luna.
Y se sentaba Lucía, sola en su cuarto en una silla sin espaldar, sin quitarse los vestidos, ya a más de medianoche, y a poco rato se levantaba, se miraba otra vez al espejo, y se sentaba nuevamente, la cara entre las manos, los codos en las rodillas. Luego rompía a hablarse: Yo me veo, sí, yo me veo. ¿Qué es lo que tengo, que me parezco fea a mí misma? Y yo no lo soy, pero lo estoy siendo.
Palabra del Dia
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