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Actualizado: 19 de julio de 2025
Acaso habías perdido la costumbre de oirle en los veinte años que hace que no nos vemos, pero nunca es tarde para ceder á los buenos consejos. Ya ves con qué confianza he venido á buscarte ...; os que, en realidad, no se trata ya de ti ni de mí, sino de esos muchachos, que merecen ser dichosos ... Nos pasaremos sin ti para su dicha como nos hemos pasado para su matrimonio; llegas tarde.
¡Singular idea!... dijo fríamente Pierrepont . No, te equivocas; conozco a la señorita de Sardonne desde su niñez y le tengo cierto afecto... Eso es todo... Sabes, además, que mi fortuna es escasa y que ella nada tiene... un matrimonio entre los dos sería una locura. Puesto que ahí están las cosas, voy a hacerte una franca confidencia.
Sofía D... se había impuesto cinco horas diarias de estudio de piano, dos de pintura, una de canto y dos de paseo higiénico: total, diez horas de ocupaciones sagradas que nada ni nadie tenía derecho a distraer... Condiciones sine qua non del matrimonio; había que tomarla así o dejarla... Yo la dejé con mucho gusto... ¡Cinco horas de piano!... ¡Cabeza hacía falta!...
En efecto, el valor moral de este matrimonio es harto discutible; mas para la muchacha, si se atiende a los ruegos de su madre, a sus quejas, hasta a su mandato; si se atiende a que ella creía por este medio proporcionar a su madre una vejez descansada y libertar a su hermano de la deshonra y de la infamia, siendo su ángel tutelar y su Providencia, fuerza es confesar que merece atenuación la censura.
Seductora es la belleza, atrayentes la espiritualidad y el donaire; pero es la dulzura la que más retiene al hombre. Y la felicidad del matrimonio está en retenerse mutuamente. Palabras suaves, conceptos delicados, ademanes tranquilos forman el mayor encanto de la mujer.
Si aquella mujer por él inicuamente... no cabía negarlo, inicuamente seducida y abandonada , encontró después un hombre, un filósofo que, mediante matrimonio, o fuese como fuese, aseguró su porvenir, ¿con qué derecho iba él a turbar su reposo? Si le dijese, que ciertamente se lo diría: «yo no tengo la culpa», ¿qué contestaría? Además, ¿qué iba a solicitar? ¿Amor platónico? ¡Absurdo!
Al cabo de los ocho días se celebraron las bodas a oscuras. La niña vivió muy feliz. El novio salía muy temprano cada 50 mañana y volvía por la noche. Un día vino una vecina vieja a visitarla. Le preguntó si era feliz en su matrimonio. Ella le dijo que era muy feliz y que estaba muy contenta. Después le preguntó la vieja como era su marido, si era joven o viejo, feo o hermoso.
Esa buena americana que tiene un buen marido y una buena hermana enamorada de un buen oficial, sobrino de un buen cura, toda esta buena novela que de buenas en buenas acciones, concluye por un buen matrimonio... ¡no está en la verdad ni en la naturaleza!
Conversaba de vez en cuando con los Lowe, aquel matrimonio de compatriotas suyos; pero... Y hacía un gesto de altivez para indicar que no eran de su clase. A la tropa de americanos ruidosos la mantenía alejada. Eran viajantes de comercio, ganaderos de las praderas, gente ordinaria. Se aburría con las señoras de otras nacionalidades que hablaban inglés.
Doña Lupe, que se pintaba sola para estas cosas, recorría diariamente las almonedas anunciadas en La Correspondencia, adquiriendo gangas y más gangas. La cama de matrimonio fue lo único que se tomó en el almacén; pero doña Lupe la sacó tan arreglada, que era como de lance. Y no sólo tenían ya casa y muebles, sino también criada.
Palabra del Dia
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