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Recordaba él de tarde en tarde, sin querer; ella no dejó un solo día de esperarle. Capítulo XIII Hacen alianza el amor, que es niño, y la travesura, que es mujer En el estanco hubo notables alteraciones originadas de aquella alborotada pasión que se apoderó del viejo; pues lo que le hubiera ocurrido con Mariquilla, si don Juan no lo estorbara, le sucedió con Carola.

Así lo creo dijo Mariquilla, recibiendo gran consuelo con las palabras de su amigo . ¿Por qué han de reírse de ?

Antes de llegar se le llenó el alma de ilusiones. ¿Se habría, como es frecuente, retrasado la salida de la compañía, y estaría Mariquilla en su casa? ¡Cuán sabroso desquite tomaría de la tiránica Frasquita! Mas discurriendo de esta suerte, le asaltó una duda horripilante... ¿Tendría razón su mujer?

Que sea bendito el instante en que ustedes entran en mi casa. Veamos este caso murmuró Golfín. Cuando Pablo y los dos hermanos entraron, D. Francisco se volvió hacia Mariquilla, que se había quedado en medio del patio inmóvil y asombrada, y le dijo con bondad: Mira, Nela, más vale que te vayas. Mi hijo no puede salir esta tarde.

Previo regalo de un cigarro con que don Quintín le obsequió, el portero del teatro le dijo dónde vivía la corista por quien iba preguntando, y allá se fue a buscarla, deseoso de hablar de Mariquilla y esperanzado en saber cuándo regresaría para precipitarse en su busca; porque durante aquella larga caminata, según se había ido alejando de su casa y cónyuge, sintió que el amor se enseñoreaba de su espíritu y de sus sentidos, y hasta le pareció que si encontrase a Mariquilla podría llevársela a comer de fonda, contra lo que suponía la desengañada Frasquita.

Vestía bata flotante de percal claro; no debía de llevar corsé, porque se le notaba el temblor de las carnes libres; estaba recién peinada, y de su cuerpo se desprendía aquella emanación intensa de perfumes baratos con que el estanquero experimentó sensaciones indefinibles cuando habló por primera vez con Mariquilla.

Aquélla... aquélla... murmuró él con fingido desprecio . No por dónde anda, ni me importa. Valiente... Sus labios intentaron decir una ofensa, pero no acertaron a formularla. Comprendió que era una villanía hablar mal de Mariquilla, aunque fuese en son de astucia para averiguar su paradero.

Había también otro motivo para que don Quintín persistiese en su rencor hacia don Juan; y era, que desde la época en que doña Frasquita dio crédito a los supuestos desórdenes de su esposo con Mariquilla, no dejó de atormentarle con furibundos celos.

En ellos se encuentra la gracia sin afectación ni pretensiones, que sin buscarlo, halla el agrado; gracia inocente cual ellos, y por tanto llena de encanto y de simpatía. Mariquilla, dijo la niña del manijero, ¡Qué tonta eres! Chacha, dijo Mariquilla altamente ofendida, Josefita me dice tontona. Gato, afirmó la cantadora; que los niños no son ladrones. ¿Que no?

Todos son ustedes iguales. Hoy ésta, mañana la otra... Mariquilla está fuera, y se habrá usted dicho: «Vamos a ver a lo que sabe su amiga». ¡Qué mal pensada! Verdad que tiene usted disculpa, porque como está usted tan guapa, no haría ningún disparate quien se volviese loco por usted. Las miradas de Carolina eran incendiarias; don Quintín empezaba a olvidarse de Mariquilla.