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Actualizado: 6 de mayo de 2025
MARINO. Y dime, maestro, el sacrificio que sin duda haces al salirte del Uno y penetrar con la mente y con el discurso y con el afecto en este universo visible, ¿qué principal propósito lleva? PROCLO. Lleva varios propósitos; pero el principal es de la mayor trascendencia. La ley divina que sigue la historia me ha suscitado en el tiempo debido para una función importantísima.
D. Alonso apretó los puños al oír aquel triste recuerdo, y no profirió un juramento de marino por respeto a su esposa. «La culpa de tu obstinación en ir a la escuadra añadió la dama cada vez más furiosa , la tiene el picarón de Marcial, ese endiablado marinero, que debió ahogarse cien veces, y cien veces se ha salvado para tormento mío.
Fría no, respetuosa. ¡Otra vez! exclamó el conde riendo. Demasiado sabes añadió sentándose y acariciándole una mano que de hecho no hay en esta casa más señora que tú hace tiempo. Los criados, los niños, la condesa... yo mismo, pasamos la vida mirando tu semblante, estamos pendientes de la expresión de tus hermosos ojos como el marino de las mudanzas del cielo. Te has apoderado de todo mi ser.
Pero no, no la tienen, y yo me alegro..., y, sin embargo.... Ya en Lúzaro nadie quiere ser marino; los muchachos de familias acomodadas se hacen ingenieros o médicos. Los vascos se retiran del mar.
MUCHAS VOCES. ¡Al agua, al agua! LA JOVEN. Bravo, señores, la Virgen os bendecirá; llevad su cinta verde y su cabeza al alcalde, y no os faltarán los doblones ni las indulgencias para la Cuaresma. LA MULTITUD. ¡Bravo! ¡Viva el rey absoluto! UN MARINO. ¡Silencio, hijos míos, silencio! he ahí el cortejo que ya empieza a desfilar. ¡Vive Dios! es un hermoso día para mí.
Su padre fue marino y se quedó allá con los «insurgentes». No hay en toda nuestra raza quien se parezca a aquella mujer.
Miró al techo, apiadándose del marino enamorado que una semana antes habitaba el piso superior. ¡Pobre hombre! ¡Cómo se habían reído de él!... Ulises se admiró á sí mismo como una personalidad completamente nueva, feliz y triunfadora, separado de la otra por un período doloroso de humillaciones y fracasos que no quería recordar.
Estábamos emocionados; Zelayeta y yo, creo que hubiéramos vuelto a Lúzaro con mucho gusto, pero nada dijimos. Recalde no era de los que retroceden. Las dificultades y el peligro le excitaban. Proponiéndole volver no le hubiéramos convencido, y, tácitamente, los dos más reacios nos decidimos a obedecerle. Terco, pero sin arrebatos, Joshe Mari era hábil y marino de instinto.
¡Bicoca!... ¡Oh!, señor marino, ¿y quién le dice a usted que yo sería tan torpe que moviera ese buque por medio del viento? Usted no me conoce. Si supiera usted que tengo aquí una idea... Pero no quiero explicársela a ustedes, porque no me entenderían». Al llegar a este punto de su charla, D. José María dio tal tumbo que se quedó en cuatro pies. Pero ni por esas cerró el pico.
Sus sonrisas, sus palabras, su modo de marchar por la cubierta hacia las cámaras del buque, denotaban una resolución de dar fin cuanto antes á su larga resistencia, cediendo á los deseos del marino. A pesar de los anteriores fracasos, éste sintió de nuevo la alegría del triunfo. «¡Ahora va á ser!
Palabra del Dia
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