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Actualizado: 6 de junio de 2025


Y la boca desdentada del marino seguía cantando las proezas de otros tiempos, como si datasen de ayer, como si las hubiese presenciado, como si de pronto fuesen a flamear sobre aquella tierra envuelta en la obscuridad las llamaradas de las torres atalayas anunciando un desembarco de enemigos.

Este hecho nació de una trama urdida por Mariño y Bermudez, que se arrogaron los primeros cargos en el ejército; y vendido otra vez mas por aquellos á quien él mismo habia elevado, partió para Haiti en seguida, fijando su residencia en Puerto-Príncipe luego de su llegada á esta isla.

El marino quiso expresar el asombro que le producían las diversas mutaciones de esta existencia andante y misteriosa que cada vez mostraba una nueva faceta; pero se contuvo, para oír mejor los crueles consejos de la voz maligna que hablaba en su pensamiento... El no pretendía matarse por ella... Muy al contrario: su agresividad silenciosa la examinaba como una víctima próxima.

El buen Pinzón, arreglador de las famosas carabelas, se santiguaría con un asombro de marino devoto si resucitase en este buque y viese sus brujerías. Y él y los grandes navegantes de su tiempo, que avanzaron con los ojos en la brújula, podían reírse a su vez de los nautas fenicios, griegos y cartagineses, que no osaban perder de vista las montañas.

La Serpolette estaba rodeada de dos gallardos oficiales, de un marino y un abogado, cuando le divisó rondando y metiendo en todas partes y rendijas la punta de su larga nariz como si sondease con ella los misterios de la escena.

PROCLO. Muéveme amor. MARINO. ¿Amor de patria? ¿Amor de gloria? PROCLO. Amor de una mujer. MARINO. ¡De una mujer! Me dejas turulato. ¿Quién había de suponer que pensabas en tales cosas? PROCLO. No hay motivo para que te quedes turulato. ¿Qué tiene de absurdo que yo ame a una mujer? La amo desde que la vi: desde hace quince años. Ella tenía entonces diez y siete. Hoy tiene treinta y dos.

Pues no creáis, señor capitán, que me han faltado combates navales en mi larga carrera de soldado, replicó el noble, y por lo mismo que el castigo de esos bribones presenta dificultades tanto mayor es mi deseo de vérmelas con ellos y sentarles la mano. Á pesar de vuestras palabras, capitán, me parecéis marino experto y valeroso y creo que conmigo ganaréis honra y provecho en esta empresa.

¡Ah, miseria!... El que había convivido varios años, de un extremo á otro del Atlántico, con un mundo rico, alegre, perfumado, resistiéndose unas veces por prudencia á los caprichos femeniles, entregándose otras con un recato de marino discreto, se veía ahora sin otros admiradores que la vulgarota tribu de los Blanes, sin otras ilusiones que las que le sugería su primo el fabricante, entusiasmado porque los grandes apóstoles del partido se fijaban con cierta simpatía en el capitán.

Ferragut sintió interés por los remotos amores de aquella napolitana, gran señora, con el magnate español, prudente y linajudo. La pasión había hecho cometer al grave virrey la locura de construir un palacio en el mar. También el marino amaba á una mujer de otra raza y sentía iguales deseos de hacer por ella cosas disparatadas.

Le bastaba ver la sonrisa de la viuda, sus ojos apasionados, el gesto de maliciosa coquetería con que contestaba á sus insinuaciones galantes. «¡Arriba, lobo marino!...» Le tomó una mano mientras ella hablaba de la belleza del mar solitario, y la mano se abandonó sin protesta entre sus dedos acariciadores.

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