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Actualizado: 31 de mayo de 2025


El Rey tiene cincuenta años, y aún quizás pase de ellos: la faz esta marchita, la carne fofa, los ojos han perdido viveza: la fisonomía que vimos en el gran retrato ecuestre parece antes que avejentada, fatigada, entristecida, como si en ella se marcara no sólo el curso del tiempo, sino el amargo sedimento que en el alma debieron de dejarle tantas tierras perdidas y tantas glorias eclipsadas: ya esta en la edad triste y desengañada en que oyéndose llamar el grande había de saber que era mentira.

Sabelita se santigua, y la rosa marchita de su boca se estremece con el murmullo de mi rezo. Sus ojos se clavan en el altar, y las dos velas que lloran sin consuelo sobre las arandelas de cristal, al alma llena de supersticiones milenarias le fingen dos mujeres desmidas que se consumen en llamas, no sabe si las del pecado, si las del infierno.

Marchita está su frente luminosa Sellada por el genio del dolor, Pero aun brilla la chispa misteriosa Que estampó con su dedo el Hacedor. Y en vano bramarán las tempestades En alas del furioso vendabal, Ha de arder al través de las edades La llama de su genio celestial.

Se marchitó como rosa Que su perfume derrama, Como fosfórica llama Un solo instante vivió; Porque faltaba á su alma El aire puro del cielo, Y tomando raudo vuelo Otra atmósfera buscó. Aquellos dos pensamientos Su vida simbolizaban, Ó quizá identificaban Su vida, su alma y su ser, Porque apenas en su pecho Hallaron tibia guarida, Pálida y desfallecida Bajó la marchita sien.

Y miraba audazmente a Fernando con ojos de provocación, para que no tuviese dudas sobre la persona a la que iban dirigidos tales elogios. Se había incorporado Ojeda en su asiento para mirarla también con atrevida fijeza. Un perfume de carne joven, de frescura tentadora, parecía envolverla. No era la dulzura marchita de la alemana ni el esplendor de fruto maduro de Mrs. Power.

Tambien cayó su cabeza, Mas al descender marchita Tembló la turba precita, Y despavorida huyó: Los esclavos van cobardes Cruzando por los desiertos, Y los libres quedan muertos Sobre el campo del honor. Gloria y honor y laureles Al que muere batallando, Y que sus ojos cerrando Aun exclama: Libertad!

Moscas, abejas de todas clases, y sobre todo hormigas, muchas hormigas, van errando por las ramas en busca de una fuente. Las flores tienen la corola agostada por el calor, las hojas duermen contraídas bajo el sol, la vegetación, marchita, espera el beso fresco del anochecer para reanimarse, recobrando su vital expansión.

De todos los elementos superiores de la existencia racional es el sentimiento de lo bello, la visión clara de la hermosura de las cosas, el que más fácilmente marchita la aridez de la vida limitada a la invariable descripción del círculo vulgar, convirtiéndole en el atributo de una minoría que lo custodia, dentro de cada sociedad humana, como el depósito de un precioso abandono.

Pero se le grabó de tal modo aquella última mirada lanzada sobre la esposa detestada que, diez y seis años después, cada uno de los rasgos de la fisonomía marchita estaba aún presente en su espíritu, cuando contó en todos sus detalles la historia de aquella noche. Se volvió inmediatamente hacia la estufa, donde Silas Marner estaba meciendo a la niña. Ahora estaba muy tranquila, pero no dormía.

En la orilla opuesta se alzaba el convento de los Remedios, con su corona de cipreses, cuyas elevadas copas se erguían soberbias, sin echar de ver que el edificio se estaba abriendo en hondas grietas, como una planta abandonada se marchita cuando no hay una mano que la riegue.

Palabra del Dia

rigoleto

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