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Actualizado: 22 de julio de 2025
Cuando soñaba con huir en su compañía al fondo de un retiro dulce y ameno, siempre era bajo el supuesto de seguir confesándose con él y subir al cielo juntos. Si la carne hablaba dentro de su ser, o no la escuchaba, o fingía no escucharla, engañándose a sí propia. Al llegar a la mansión del sacerdote, ordenó a su doncella que la aguardase en el portal: no tardaría en bajar. Llamó toda temblorosa.
Sí, Dios mío... Cuando veo las tumbas de muchos viejos vecinos que he conocido jóvenes, y sobre las cuales paso yo ahora cuando voy a misa, pienso con tristeza que mi estancia en la tierra no puede ser eterna, y que no puede tardar en abrírseme la eterna mansión: y las lágrimas se me saltan cuando pienso en lodo lo que debo dejar a mi partida: mi pobre marido, compañero fiel de mi juventud, que si bien no está postrado en el lecho, sufre continuamente y necesita de mí, hoy para sufrir, como ayer para ser dichoso: después mis hijos, ¡los hijos de mi corazón!...
Bien pronto descubre la silenciosa mansion donde buscan asilo, léjos del mundo, la inocencia y el arrepentimiento. Llega, apéase, llama, con una mezcla de respeto y de curiosidad; y al pisar los umbrales del monasterio se encuentra con un venerable anciano, de semblante sereno, de trato cortes y afable.
Embebido en tales desvaríos, y más amante que nunca del cuadro de las flores donde tuvo lugar escena tan halagüeña, volvíme a gozar de su frescura, realzada más en aquel punto con los raudales de mansa luz que la luna, en todo el lleno de su disco, derramaba por entre los festones de verdura que formaba tan florida mansión. ¡Oh querido amigo!
Prescindo de la dualidad que existe por solo suponer sujeto y objeto, y no entro en ninguna cuestion sobre la naturaleza de esta dualidad. El dogma de la vision beatífica nos enseña que el alma humana en la mansion de los bienaventurados, está unida íntimamente con Dios, viéndole cara á cara, en su misma esencia.
La belleza de Mabel Blair, al contemplarla de pie, delante de mí, en aquella magnífica mansión, que ahora le pertenecía exclusivamente, era, no hay duda, capaz de trastornar la cabeza de cualquier hombre que no fuese un juez severo o un cardenal católico; muy diferente, por cierto, de la pobre niña, desmayada y sin fuerzas, que por primera vez vi caída, junto al camino, en medio del triste crepúsculo invernal.
Del mismo modo parece oportuna la construccion de un fuerte á la entrada del camino por la parte de los indios Juncos, el cual ha de ser la puerta y seguridad del de aquella provincia, por donde todos han de pasar, y los socorros y escoltas; y hacer mansion segura para seguir jornada, así los que salgan de la provincia para la ciudad, como los que vayan de ella á la provincia.
Dimos un adiós á aquella mansión, grabando antes en ella los nombres de los Sres. Montano y Rey cuyos nombres quedaron unidos á los nuestros en aquel inmenso sarcófago. Al poner el pié en la escala rozó nuestra cabeza una golondrina; alzamos la vista y vimos colgaba su nido en uno de los ángulos de la piedra.
Era la señorial mansión de Limioso, un tiempo castillo roquero, nido de azor colgado en la escarpada umbría del montecillo solitario, tras del cual, en el horizonte, se alzaba la cúspide majestuosa del inaccesible Pico Leiro.
Con éste, pues, se desquitaba Lucía, informándose de la santa aldea de Belén, de la divina mansión de Nazaret, del monte Olivete, de todos los lugares sacrosantos, que apenas creía ella pudiesen estar en la tierra, sino en algún misterioso y remoto paraíso.
Palabra del Dia
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