Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 20 de mayo de 2025


Ser dueño de la voluntad de aquella mujer y corresponder a su afecto con infidelidades era un pecado imperdonable a los ojos del pobre Melchor, que amaba a Manolita en silencio, siempre en perpetua batalla interna, tan pronto dispuesto a declarar su pasión como arrepentido de su audacia.

No quiso tampoco ser menos que Pepe Güeto y doña Manolita, dejando de hacer un presente. Sus medios no alcanzaban para comprar joyas, ni él las poseía; pero conservaba aún, a pesar del regalo hecho a D. Acisclo cuando vino de Filipinas, varias armas japonesas, chinescas e indias, con las cuales se podía formar una bella panoplia, y un extraño ídolo de bronce que representaba al dios Siva.

Estas mujeres son el diablo contestó D. Acisclo . Nada se les oculta. Todo lo penetran. No quiero ni puedo ya negarlo. Voy a ser otro del que he sido hasta aquí. Confieso que la consideración del mérito de mi sobrino me ha servido de estímulo. ¿No lo decía yo? exclamó doña Manolita . D. Acisclo, ¿se nos va V. a ir a la China o a la India a convertir infieles?

Este fue el presente que hizo el padre Enrique a don Jaime para que adornase su despacho. El P. Enrique se había venido a vivir en casa de su tío la víspera de la boda, dejando libre la casa de doña Luz, donde ésta se fue a vivir con su marido en cuanto se casó. La luna de miel empezó entonces para doña Luz, no menos dulce y más por lo sublime que la de su amiga doña Manolita.

A veces salía doña Luz de paseo con Pepe Güeto y doña Manolita, cuya luna de miel se prolongaba de un modo poco común, y mientras los esposos iban de burla o de risa, delante o detrás, y en interminable cuchicheo, el Padre, que los acompañaba, sostenía con doña Luz un coloquio grave, que a ella le parecía amenísimo, instructivo y sublime.

Por esto, aunque a la perspicacia de doña Manolita no pudo ocultarse largo tiempo aquella inclinación irresistible de dos almas, doña Manolita no dejó nunca de hacer justicia a doña Luz, y reconoció y declaró, allá en el fondo de su pecho, que en el de su amiga no había la más leve intención de perturbar el ánimo del Padre ni de atraerle con coqueterías culpadas.

Nada de eso, Sr. don Acisclo dijo Pepe Güeto, dejándose arrebatar del entusiasmo . Es menester sacudir el yugo. ¡Muera D. Paco el tirano! gritó doña Manolita riendo. Ya se entiende que la muerte ha de ser meramente política y no civil ni natural interpuso doña Luz. ¿Y cómo se va V. a componer para matarle políticamente? preguntó Pepe Güeto.

Doña Manolita remedaba a doña Luz en vestido y peinado, y la seguía o acudía adonde la llamaba. Decía doña Manolita que era ella para doña Luz lo que para los galanes de las comedias de capa y espada el lacayo gracioso; y recordando que en varias comedias de las mejores este lacayo se llamaba Polilla, decía a doña Luz: «Hija, yo soy tu Polilla».

Por respeto a su amiga, y porque en los lugares no anda la gente con sutilezas etéreas o pasadas por alambique, y porque con decir ella algo hubiera dado pie para que se añadiese mucho, doña Manolita ni a su padre confió el resultado de sus observaciones. Sólo le confió a Pepe Güeto, a quien nada ocultaba; pero exigiéndole el más profundo sigilo.

Ahora veo a mi hija Manolita, que también sale en camisa... ¡Calle, también se ha despertado Paquito!... ¡No te he dicho que todos iban a recibir un susto!... Pero se van a constipar si andan de ese modo más tiempo... No toques más Juan, no toques más. Cesó el estrépito infernal. Vamos, Adela, Manolita, Paquito, abrigaos un poco y venid a dar un abrazo a mi hermano Juan.

Palabra del Dia

tundas

Otros Mirando