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Actualizado: 19 de agosto de 2024


La plaza no podía contener mayor número de gente, y se escuchaba sin cesar el vocerío de los curiosos que pujaban y reñían a la entrada de las callejuelas. Del Arco de la Sangre llegaban alaridos y maldiciones, y la muchedumbre se agitaba hacia aquella parte, como el agua de los torrentes al entrar en los lagos.

Obsesos por el demonio del remordimiento y por otros demonios más feos y tiznados, rompen en maldiciones y blasfemias inauditas. Ya nos aseguran que no hay crimen que no sean capaces de perpetrar, ya se encomiendan devotamente á Lucifer, ya aseguran que quieren imitar á Cristo, si bien suponiendo que lo que Cristo prescribe y recomienda con el ejemplo es que nos matemos.

Persuadido Candido por tan sólidas reflexîones, se desvió de la pradera, y se metió en una selva, donde cenó con Cacambo; y despues que hubiéron ámbos echado sendas maldiciones al inquisidor de Portugal, al gobernador de Buenos-Ayres, y al baron, se quedáron dormidos sobre la yerba.

Los discursos de Castelar leídos en las reuniones nocturnas, con sus maldiciones al pasado y sus himnos a la madre, al hogar, a todas las ternuras que emocionan el alma simple del pueblo, hacían caer más de una lágrima en las copas de vino.

Ahora me las pagarás todas juntas... ¡Cuánto me has hecho sufrir!... ¡Más maldiciones le he echado a ese dichoso convento...! Pero qué guapa estás, nena. Chi. Estás hermosísima. Chi... para ti. El frío aquel de fiebre se trocó de improviso en calor violentísimo, y la risa convulsiva en explosión de llanto. «No es día de llorar, sino de estar alegre». ¿Sabes de qué me acuerdo?

Ha sido si la primera, la más importante víctima del criminal alzamiento, y sobre sus escombros, en medio del llanto de las mujeres y las maldiciones de los hombres, han jurado los cubanos guerra sin cuartel á los infames perpetradores del horrendo crimen, que deja en la miseria á tantos desgraciados.

El clamor público obligó, por último, al rey de España a darle un sucesor, retirándose el Duque murmurando de la debilidad de un soberano que no le dejaba concluir la gloriosa obra a que había dado principio. Y aunque le seguían las maldiciones del pueblo, no obstante conservaba en su tranquila conciencia la satisfacción interior y el convencimiento íntimo del bien que había realizado.

Las alboradas. No podía haber encontrado Barret peor amo. Gozaba en toda la huerta una fama detestable, pues rara era la partida de ella donde no tuviese tierras. Todas las tardes, envuelto en una vieja capa, que llevaba hasta en primavera, con aspecto sórdido de mendigo, y acompañado de las maldiciones y gestos hostiles que dejaba á su espalda, iba por las sendas visitando á los colonos.

Y frotó el vidrio del anteojo como para asegurarse de que veía claramente y de que ninguna ilusión de óptica le engañaba. No, no se engañaba... Apenas este torrente de maldiciones y de juramentos hubo salido de su boca, Kernok se armó de un espeque. Un espeque es un palo de madera de unos cinco o seis pies de longitud y de cuatro pulgadas de circunferencia.

Sus restantes palabras no pudieron entenderse, y cinco minutos después estaba muerto. El parisiense había adivinado la verdad; es imposible dar cuenta de las maldiciones de que Kernok y demás cofrades fueron objeto. Un herido inglés, que conocía el francés, comunicó a sus compañeros el destino que les esperaba.

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ensuciándose

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