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Actualizado: 10 de julio de 2025
Cuando leí el nombre de Margarita, solo, sin apellido... sospeché, porque tratándose de don Rodrigo es necesario sospechar de todas las mujeres... sospeché que aquella Margarita que se dejaba en el tintero su apellido era... Margarita de Austria. Pero, señor, señor exclamó todo escandalizado y mohíno el cocinero de su majestad ; esa mujer tan vil, de cuna tan baja... esa perdida, ¿sabe leer?
Si desnudo le pareció a la lavanderilla un ángel o un genio por la hermosura, ya vestido la deslumbró con su majestad, y le pareció el emperador del mundo y el príncipe más adorable de la tierra. Aquellos señores se dirigieron en seguida al comedor y se sentaron en una espléndida mesa, donde había tres cubiertos preparados.
Y, salvo en el comedor, no pude cambiar dos palabras con ninguno; todos estaban siempre jugando al bridge... Y estar jugando al bridge era como estar en la luna. Su majestad el Bridge resultaba el más absorbente de los déspotas.
Es indudable: se necesita nacer con un organismo musical para distinguir en los tintes del estilo las obras de los poetas clásicos del sonido. ¡Con qué solemne majestad traducía a Beethoven! ¡Qué ligereza elegante y delicada adquiría su mano para bordar sobre el teclado uno de esos tejidos aéreos de Mozart, tan tenues como los hilos invisibles con que dirigía su carro la reina Mah!
Si el señor Cuadrado no está para hablar dijo entonces el presidente, nos iremos a casa. Más estoy para obrar que para hablar contestó Su Excelencia; pero fuerza será, pues no hay quien hable. Digo en primer lugar que yo no doy un paso más adelante si no se conviene en presentar mañana a la firma de Su Majestad Imperial un decreto... ¿Eh? Adelante. Bueno.
¡Oh pan divino, oh grandeza Suma de Dios, reducida A una forma tan pequeña! ¡Oh inmensidad abreviada, Alta Majestad Suprema En la cándida cortina De los accidentes puesta! ¿Cómo te daré las gracias? Con la Fe, para que puedas Aquí merecer la gloria Y después la gloria eterna.
Bajando la cabeza dio algunos pasos, yendo y viniendo por delante del caballero, y, en seguida, trémulo de orgullo, reveló la comisión secreta que había recibido en nombre de Su Majestad. ¡Ah! Harto bien se me alcanza agregó de dónde pueden venir esas aleves calumnias y en qué pecho habré de hundir la espada cuando determine vengarme.
Y en cuanto le veía convencido, empezaba a tomar disposiciones para recibir a Su Divina Majestad: la dama más avezada a recibir gente principal en sus salones no le sacaría ventaja.
Digo, señora, que una prueba de mi amor á su majestad, ha sido la causa de mi casamiento con mi don Juan; yo me hubiera casado con cualquiera en las circunstancias en que su majestad se encontraba... No os comprendo... Tiempo tendré de explicarme. Digo que en las circunstancias en que se encontraba la reina, con cualquiera me hubiera casado; pero al casarme por obligación con don Juan...
Creo que estamos en los momentos de mayor peligro, doña Clara dijo el padre Aliaga ; y os engañáis, no vacilo; soy prudente y nada más; ¿creéis que nuestros peligros puedan estar en un ropavejero y en una comedianta? Ellos pueden difamar á su majestad.
Palabra del Dia
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