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Actualizado: 3 de mayo de 2025


Has de saber, Anita mía, que yo tengo para ti un novio, paisano mío. Vuélvete a casa, que allá iré yo y te hablaré del asunto. Aquí sería una profanación. El candidato de Ripamilán era un magistrado, natural de Zaragoza, joven para oidor y algo maduro, aunque no mucho, para novio. Tenía entonces la señorita doña Ana Ozores diez y nueve años y el señor don Víctor Quintanar pasaba de los cuarenta.

Mire usted, don Víctor le decía a su amigo esa niña merece un rey, y por lo menos un magistrado que pronto será Regente, como usted, v. gr. Figúrese usted una mina de oro en un país donde nadie sabe explotar las minas de oro; eso es Anita en mi querida Vetusta. En Vetusta lo mejor es el arbolado. Deje usted la flora, don Tomás.

Pero en la expresión de las miradas del ministro había algo que hizo retroceder al magistrado, aunque no era hombre que fácilmente cediese á las vagas intimaciones de otro. Entre tanto la multitud contemplaba todo aquello con temor respetuoso y admiración.

Pero el amor humilde, abnegado, suplicante, de la Condesa Florencia, no había servido para redimir a Zakunine, y al pensar en el martirio de la infeliz, el magistrado se negaba a toda indulgencia, reconocía que así como aquel hombre violento había querido la mortificación de ese pobre ser delicado, también podía haber querido su muerte.

Y si el magistrado tenía razón, la severidad de sus palabras estaba justificada; pero más aún que la severidad de aquel hombre, lo confundía de manera indecible la íntima conciencia del mal causado al ser por quien él debía y había querido velar con todas sus fuerzas.

58 Pues cuando vas al magistrado con tu adversario, procura en el camino librarte de él; para que no te arrastre al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel. 59 Te digo que no saldrás de allá, hasta que hayas pagado hasta el último centavo.

Todo acusado debe convertirse en sentenciado y todo sentenciado debe ser culpable. Está bien. lo que quería saber y obraré en consecuencia. ¿Puedo preguntar á usted dónde piensa ir á parar? preguntó con curiosidad el magistrado. Entendámonos, dijo Tragomer. Hasta ahora he hablado al magistrado; voy á hablar al hombre, al amigo.

El magistrado permaneció un instante callado, contemplando a la narradora, y luego, sin dejar de mirarla, dijo lentamente: ¿Y usted cree que, después de una explicación tempestuosa, con el desdén que debía henchir el corazón de aquella mujer, la versión del suicidio sea verosímil? ¿Cómo no se fija usted en que, con su poco feliz invención de una escena tan increíble se ha colocado usted en un falso terreno?

Consultado Ripamilán, contestó: «Que entre un magistrado, que no es Presidente de Sala siquiera, y el Salvador del mundo, había mucha diferencia. ¿No confesaba Anita que le agradaba don Víctor? . Pues cada día le encontraría más gracia. Mientras que en el convento, la que empieza sin amor acaba desesperada».

La nicotina no es una tontería, la estricnina también es un buen producto; pero el señor magistrado sabe tan bien como yo que la estricnina y la nicotina han encontrado ya sus fiscales, es decir, sus reactivos.

Palabra del Dia

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