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Actualizado: 22 de julio de 2025


De la virtud modesta de los lares Guarda el fuego sagrado en tus altares, De la familia cándida vestal; Que ese fuego que el casto hogar calienta Es la luz que nos guia en la tormenta De la vida, cual místico fanal. En los ardientes climas tropicales Con el rocío de una sola noche, La perfumada flor abre su broche Y al sol y al aire entrega su beldad.

Dos grandes guerras eran los incidentes más notables de su historia: una, interior, por la supresión de la esclavitud; otra, exterior, para impedir la divinización de la guerra, la hegemonía brutal de un pueblo sobre todos, la exaltación de un imperialismo místico.

Además de Isaías, apelaba a la autoridad de Esdras, judío olvidado, y en varios de sus escritos figuraban cartas de rabinos conversos. Viejo ya, redactaba su famoso libro de Las Profecías, desvarío místico en el que hizo cálculos sobre la duración de la tierra, tomando como base los profetas bíblicos.

Ahora basta á nuestro propósito recordar las poesías líricas religiosas, tan innumerables y excelentes, que forman uno de los más bellos florones de la literatura española, y llevan impreso el sello místico de la época en caracteres tan nobles como puros . Para sentir en toda su fuerza estos bellísimos cantos; para apreciar la influencia que tuvieron en fortalecer el espíritu religioso de la nación, es indispensable conocer su origen y objeto, hoy casi olvidado.

ES una de esas plazoletas melancólicas de un barrio solitario, rodeada de bancos de piedra, que tienen un ambiente provincial, y sobre la cual caen de vez en vez las lentas campanadas de las vísperas, con un clamoreo ensoñador y místico.

El dinero inspiraba una gran veneración al héroe de leyenda, al místico nutrido con sublimidades. Nunca había participado Miguel del entusiasmo que el emperador alemán inspiraba á los snobs. Sonreía ante sus gustos escénicos, sus bravatas guerreras y sus ambiciones cerebrales que intentaban abarcarlo todo.

Aquel Leopoldito tan travieso y mono; aquel Gustavito tan precoz, tan sabidillo y sentado; aquel Luisito tan místico, que parecía un aprendiz de santo, y principalmente aquella María, de ojos verdes y perfil helénico, Venus extraída de las ruinas de Grecia, soberana escultura viva, ¿a qué madre no envanecerían? Doña Tula adoraba a sus sobrinos.

Mucho antes de conocerla, ya su anhelo de ideal, apartándole de los afectos comunes, había tomado un camino casi místico hacia la adoración de aquel cierto tipo porteño cuya originalidad le asombrara y sedujera como una fina revelación.

Una levísima señal de descontento de D.ª Carmen bastaba para confundirla y sumirla en el más acerbo dolor. Aquella criatura tan altanera, que había llegado a hacerse odiosa a todos, se humillaba con placer intenso, a su madrastra. Era su humillación la del místico que se postra por una necesidad invencible del espíritu.

Pondré, no obstante, en este lugar, como única excepción e incluyéndola en el texto, la nota del señor deán, sobre la rápida transformación de D. Luis de místico en no místico. Es curiosa la nota, y derrama mucha luz sobre todo. Esta mudanza de mi sobrino dice , no me ha dado chasco. Yo la preveía desde que me escribió las primeras cartas. Luisito me alucinó al principio.

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