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Actualizado: 22 de julio de 2025


Bonis lloraba de ternura leyendo estas hazañas del clown místico, del autor de los Laudes, después inmortalizados.

Las niñas en vista de que Vetusta es andar de templo en templo con los ojos bajos; Madrid ir de museo en museo rompiéndose los pies y tropezando; el hogar un cuartel místico, con chistes de cura por todo encanto, resuelven libremente meterse monjas, para gozar un poco de... de autonomía, como dicen los liberalotes, que nos dan una libertad parecida a la que gozan las hijas de Carraspique.

De esta suerte venían los dos a corroborarse en la idea de que el Padre, quizá sin saberlo, amaba a doña Luz por estilo místico y sutil, y que doña Luz se dejaba adorar sin presumir ningún término disgustoso, sin reflexionar en toda la trascendencia que aquella adoración podría tener, y sin ver en ella más que una amistad tierna, sencilla e impecable, como la que ella profesaba al convaleciente y poético misionero.

Como filósofo catecúmeno, Belarmino empleaba algunos términos a los cuales daba valor místico, y cuyo contenido no hubiera acertado jamás a elucidar satisfactoriamente. Por fortuna, el señor Colignon olvidó llevar sus pesquisas hasta la bilateralidad de la zapatería. El francés y el español prosiguieron la cháchara, muy al mutuo sabor, hasta que se presentó Xuantipa.

Hemos pensado que lo mejor era ahorrarle ese disgusto. Adoro las cartas de Luciana, porque se muestra en ellas más libre y más tierna que hablando. En los raros instantes en que podemos hablar solos está reservada y casi fría y me hace feliz esta reserva, hija de su pudor y de su dignidad. El lazo que nos une, aun siendo un poco místico, no deja de ser fuerte. Máximo de Cosmes a su hermano.

Había compuesto un devoto e inspirado himno latino a la Santísima Virgen María, tan lleno de bellezas y tan rico de amor místico, que, entusiasmados los monjes, le habían cantado en el coro, dando al joven poeta mil alabanzas y bendiciones.

Ello es lo cierto que la concupiscencia no es tan feroz en el día como en tiempos pasados. ¿Cuánto no sorprenden aquellos penitentes solitarios, que después de crueles y largos ayunos aun no podían domar y poner freno a ciertas malas pasiones, que representaban en su lenguaje místico llamándolas el asnillo? ¿Cuánto no espanta, por ejemplo, aquel San Hilarión, que no comía más que una docena de higos secos al día, y tuvo que acortarse la ración en más de la mitad, porque se sentía muy bravo y emberrenchinado?

María Antonia Fernández se sentía atraída hacia D. Jacinto por un afecto angelical y todo del espíritu, y se lisonjeaba además de que afecto no menos puro impulsaba a D. Jacinto a venir a visitarla. Sus pláticas eran edificantes y propendían a lo místico, pero María Antonia distaba mucho de caer ni de tropezar siquiera en el error de los alumbrados.

Hablaba de la felicidad de los hombres después de un golpe revolucionario que cambiase la organización de la humanidad, con arrobamiento místico, como un predicador cristiano al describir el cielo. El hombre debía buscar la felicidad únicamente en este mundo.

Belarmino hallaba una manera de placer místico, un a modo de comunicación directa con lo absoluto e íntima percepción de la esencia de las cosas cuando rompía los sellos sepulcrales para que se alzasen los vivos enterrados, y abría las jaulas para que las aves saliesen volando.

Palabra del Dia

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