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Actualizado: 5 de julio de 2025


Probablemente; ¡y qué desconsolador era tener que echar sobre misma el desdén que mereciera todo! ¡Y con qué entusiasmo había escrito muchas de aquellas poesías religiosas, místicas, que ahora le aparecían amaneradas, rapsodias serviles de Fray Luis de León y San Juan de la Cruz!

La devoción los había juntado, pero la vida no tardó en recobrar sus fueros, abriéndose paso en sus relaciones casi místicas y uniéndolos en carnal abrazo. Habían vivido fieles uno al otro en el misterio de la vida eclesiástica, amándose con prudencia escrupulosa, sin que el secreto de sus relaciones trascendiese al público, hasta que ella murió, dejándole dos hijos.

Convengo en que un brahman puede haber compuesto la copla que acabo de decirte traducida. Tal vez yo en la traducción le he prestado una apariencia europea que en el original no tiene. Oye ahora la última composición. El poeta desciende en ella de las elevaciones místicas, y se abate y se humana como cualquier enamorado con el amor terrenal y sensual que las mujeres inspiran.

Las virtudes cristianas florecían en ella como rosas místicas henchidas de fragancia, y uno por uno, con la impaciencia y ardor que imprimía a todas sus acciones, iba subiendo los peldaños de la escala de perfección que conduce al cielo.

Mientras tuviese la Iglesia incrédulos que amordazar, fueros que defender o privilegios que exigir, la vida contemplativa se le antojaba propia de espíritus mezquinos. A las lecturas místicas, que arroban la imaginación, prefería esas leyendas de audaces misioneros que son los caballeros andantes de la fe.

Otras veces se quejaba el idealismo fantástico del clérigo como una tórtola; recordaba sin rencor, como en una elegía, los días de la amistad suave, tierna, íntima, de las sonrisas que prometían eterna fidelidad de los espíritus; de las citas para el cielo, de las promesas fervientes, de las dulces confianzas; recordaba aquellas mañanas de un verano, entre flores y rocío, místicas esperanzas y sabrosa plática, felicidad presente comparable a la futura.

La renegada de Valladolid es una amalgama extraña de intrigas profanas amorosas y de tendencias místicas. Doña Isabel, joven dama de Valladolid, ha hecho voto de ser monja, y está á punto de entrar en el convento, cuando se enamora de repente de un caballero que sirve bajo las banderas de Carlos V, y se perjura de manera, que quebranta locamente sus votos y se escapa con su amante.

La palidez era de un tono suave, delicado, que hacía muy buen contraste con el negro de andrina de los ojos grandes, soñadores, de movimientos bruscos; unos ojos que parecía que hacían gimnasia, obligados día y noche a las contorsiones místicas de una piedad maquinal, mitad postiza y falsificada.

Los Cristianos y Judíos fueron colmados de agasajos y de honores en la corte de Harun al Raschid, los primeros por sus conocimientos en la filosofía y en la medicina, y los segundos por la sutileza é ingenio con que manejaban las místicas teorías de la escuela alejandrina y de la antigua filosofía hermética, tan conformes á la imaginacion exaltada de los Arabes.

Las torres soltaron el último repique; el órgano desató sus raudales de místicas harmonías, y a sus acordes solemnes se unió festivo coro de infantiles voces, de gorjeadores pitos, de ruidosas y tintinantes panderetas. La misa principiaba.... El P. Solís entonaba con su vocecilla devota y simpática: «¡Gloria in excelsis DeoDe mi casa al despacho de Castro Pérez.

Palabra del Dia

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