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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Vivía en Mâcón, frente a mi casa, y al ver la menor señal de turbación o de dolor en mi semblante, corría a mi lado a consolarme y compartir conmigo las penas. Al morir quería legarme toda su fortuna, pero yo no lo he consentido: únicamente, y como recuerdo de amistad, he consentido en admitir algo de lo que constituía su fortuna, que no era escasa.

Se presentaba un año muy bueno, y apenas nos quedará para vivir y dar de comer a las pobres familias de nuestros trabajadores. Semejante desgracia nos obliga a hacer mayores economías. El proyecto que teníamos hecho de ir este verano a Mâcón con nuestras niñas, se ha frustrado y no sería extraño que hubiéramos de vender nuestro caballo y también el coche.

De nuevo vuelve mi madre a abrir su diario, interrumpido por algunas semanas, transcurridas entre viajes y ocurrencias de géneros diversos. Mâcón, 3 de julio de 1820. Desde el día 31 de mayo han sido tales mis ocupaciones, que no me ha sido posible consignar en este diario, un hecho altamente interesante y que es de los más importantes de mi vida.

El panorama es inmenso y de una variedad encantadora. Al oriente veía la vasta llanura, cortada por algunas bajas colinas que dan asiento á una multitud de poblaciones, entre ellas Grenoble (al sud-este), y que, surcada por el alto Ródano, es la base de un extenso cultivo, principalmente de moreras, trigos y viñas. Al norte registraba el valle del Saona y las ricas llanuras de la Borgoña, en dirección á Mâcon. Al occidente llanuras y colinas también hacia la ciudad fabricante de Saint-

Los consejos de éste la hicieron desistir de sus propósitos por algún tiempo, pero a instancias del resto de la familia, que también se hallaban encerrados en las cárceles de Autún, decidiose al fin, y pudo conseguir de las autoridades de Mâcón un pasaporte para Dijón y Lyón.

Las madres no podemos ser felices nunca. Cuando tenemos motivos para felicitarnos, nosotras mismas envenenamos nuestra felicidad con presagios y presentimientos tristes. 18 de septiembre. Hoy he ido a Mâcón a recibir a Alfonso. El corazón me late cuando pienso que de aquí a pocas horas veré a mi querido hijo. Al fin, aunque algo tarde, ya ha llegado.

Con gran lucimiento hemos celebrado la boda aquí y en Mâcón. Martes, 9 de marzo 1819, en Saint-Amour en el Franco Condado. Al salir de Chambery el jueves, día 4, he realizado mi proyecto de atravesar el monte Chat para venir aquí, en donde me encuentro desde el viernes, día 6, a la caída de la tarde: ha sido una larga jornada por aquellos espantosos caminos y ásperas pendientes.

Un mozo se llegó á nuestra mesa. Pedí dos chuletas de carnero. ¡Deux côtelettes de mouton! gritó el mozo con una bizarría de voz tal, que mi mujer estuvo á pique de dar un respingo. A poco estaban allí las dos chuletas, una racion de pan y una botella de vino Macon.

De regreso a Mâcón, mi madre volvió a encerrarse en su pequeña casita junto a las Ursulinas. Cuando la noche estaba oscura y apagados los faroles de la calle, se deslizaba desde el aposento de mi padre hasta el desván, una cuerda llena de nudos, por medio de la cual se valía para pasar junto a los seres que idolatraba, algunas horas deliciosas e intranquilas a la vez.

Alfonso, su esposa y su madre política, han partido para Italia después de la ceremonia, yendo a ocupar en Nápoles su puesto junto al duque de Narbona. Me he llevado conmigo a mi pobre Cesarina hasta. Mâcón, a fin de consultar por su salud con los médicos de Lyón; se encuentra algo enferma: Dios parece que quiere mandarme algunas penas proporcionadas a mi felicidad.

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