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Actualizado: 29 de junio de 2025
Bajo los faroles, al borde del arroyo, las chulas y los granujas voceaban periódicos y décimos de lotería. Al atravesar de unas a otras aceras, las mujeres se levantaban la falda, más cuidadosas algunas de enseñar el pié que de resguardar los bajos.
Tuda, tuda la que haber en el Banco, millonas mochas, lotería, tuda pa ti, hiciendo lo que decir ti. Pues si eso es tan fácil, ¿por qué no lo hacen otros? ¿O es que tú solo tienes el secreto? ¡El secreto tú solo!
¿Por dónde lo has sabido? Eso, acá yo... Todo se sabe replicó la Dura con malicia . Vaya, que te ha caído la lotería. Yo me alegro, porque te quiero. En esto Mauricia se inclinó bruscamente y recogió del suelo un objeto pequeño. Era un botón. «Buen agüero, mira dijo mostrándolo a Fortunata . Señal de que vas a ser dichosa». No creas en brujerías. ¿Que no crea?... Paices boba.
«¡Si habrá nacido de pie este bendito Plácido dijo D. Baldomero a su nuera , que hasta se saca la lotería sin jugar!». Plácido gritó Jacinta riéndose con mucha gana , es el que nos ha traído la suerte. Pero si yo... murmuró otra vez Estupiñá, en cuyo espíritu las nociones de la justicia eran siempre muy claras, como no se tratara de contrabando.
Pero ¿por qué? dijo entonces Stein, con la sana intención de distraer de aquel asunto al Comandante, cuya bilis empezaba a exaltarse. Eso no importa contestó Manuel , ni reparan en ello las ancianas, sino aquella que le pedía a Dios sacar la lotería, y habiéndole preguntado uno si había echado, respondió: «¿Pues si hubiese echado, dónde estaría el milagro?»
La prisión en que tan a disgusto estaba volvíale pronto a su mal humor y poniéndose muy regañón decía a su mujer: «Eso, eso, déjame solo otra vez para ir a divertirte con la bullanga de esos idiotas. ¡La lotería!, ¡qué atraso tan grande! Es de las cosas que debieran suprimirse; mata el ahorro; es la Providencia de las haraganes.
Después, mientras el padre y los pequeños jugaban a la lotería, encerrose ella en el Camón, y allí, sentada, cruzados los brazos, la barba sobre el pecho, se entregó a las meditaciones que querían devorar su entendimiento como la llama devora la arista seca.
La Providencia no había andado en aquello muy lista que digamos, porque ellos no necesitaban de la lotería para nada, y aun parecía que les estorbaba un premio que, en buena lógica, debía de ser para los infelices que juegan por mejorar de fortuna. ¡Y había tantas personas aquel día dadas a Barrabás por no haber sacado ni un triste reintegro!
Pues, señor, yo en vez de rezar, iba, ¿y qué hacía? Trabajaba unas puntillitas estrechas, sin que la tía lo supiese, y se las vendía a una mujer del mercado, diciéndole a Nuestra Señora: «No es pecado esto que hago, porque es para sacar a la lotería, y si saco es para entrar monja...». Pues etaquí que cada mes me tomaba mi décimo, y para que saliese bien, siempre echaba con algún santo.
¿Tiene usted, tiíta, el dinero a mano? preguntó. Y mientras la señora buscaba en el bolsillo, él largó las botaratadas con que siempre respondía a tales prédicas: si no había que apurarse por tan poca cosa, cuando él trabajaba por echar los cimientos de la fortuna de la familia, y lo conseguiría en un dos por tres, porque además de sus operaciones de Bolsa, tentaba al demonio de la lotería, comprando un numerito en cada jugada.
Palabra del Dia
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