Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 22 de julio de 2025
Cuando salimos yo me tapé perfectamente porque la criada había traído uno para mí y otro para ella... Pepito nos siguió al descubierto... llovía atrozmente... y yo en vez de ofrecerle el paraguas y taparme con el de la criada, le dejé ir mojándose hasta casa... Pero no fue por gusto mío, Lola... por Dios, no lo creas... fue que me daba vergüenza...
Sí, señor. ¿En litera? Sí, señor. ¿Por dónde va? Por aquella calleja se ha metido. Don Rodrigo tira adelante y yo detrás de él; henos aquí metidos en una aventura. Llovía... Aventura completa. Estaba obscuro. Mejor aventura. Paró la litera, y salió la dama. ¿Entróse dónde? Siguió adelante. ¡Con lluvia y de noche, tapada y sola! Sigue, hijo, sigue. Cantas que encanta.
No se explicaba la Regenta cómo Visitación iba y venía de casa en casa, alegre como siempre, risueña, sin miedo al agua ni menos al fango del arroyo... sin pensar siquiera en que llovía, sin acordarse de que el cielo era un sudario en vez de un manto azul, como debiera.
Y fue ansí, que luego otro día salimos por la villa a pedir limosna, y había llovido mucho la noche antes; y porque el día también llovía, y andaba rezando debajo de unos portales que en aquel pueblo había, donde no nos mojamos; mas como la noche se venía y el llover no cesaba, dijóme el ciego: "Lázaro, esta agua es muy porfiada, y cuanto la noche más cierra, más recia.
La mañana se la pasaba entera sentado sobre su sillita de tijera en el muelle, o en las peñas de tras la iglesia, con un sombrero de jipijapa si hacía sol o un paraguas si llovía. Por la tarde, tresillo en el casino hasta las cuatro en que de nuevo tomaba la caña. Por la noche, tresillo en casa de D. Martín con éste y el P. Norberto.
El agua volvía a azotar a los del duelo en diagonales, que el viento hacía penetrar por debajo de los paraguas. Llovía a latigazos. Una nube negra, en forma de pájaro monstruoso, cubría toda la ciudad y lanzaba sobre el duelo aquel chaparrón furioso. Parecía que los arrojaba de Vetusta, silbándoles con las fauces del viento que soplaba por la espalda. Se subía la cuesta a buen paso.
¿Hemos llegado? Estamos cerca. Fiant tenebræ dijo Quevedo cerrando la linterna. Ahora venid; venid tras de mí en silencio y veréis y oiréis. Zumbaba el viento, llovía, y el viento y la lluvia y la obscuridad de la noche protegían á los dos singulares expedicionarios. Marchaban entre un tejado y un almenar. De repente el bufón asió á Quevedo, y le volvió sobre su derecha.
A todo esto llovía, llovía, y la tarde de invierno caía prontamente, y el celaje gris ceniza parecía muy bajo, muy próximo a la tierra. Chinto encendió el candil de petróleo, y trajo caldo a la paralítica, y permaneció sentado, sin chistar, con las rodillas altas, los pies apoyados en el travesaño de la silla, la barba entre las palmas de las manos.
Los ojos de Rosita prometían mucho. Al marcharse madre é hija, Martín pareció despertar de un sueño; se acordó de sus negocios, de su vida, y sin pérdida de tiempo se fué a Francia. Una noche de invierno llovía en las calles de San Juan de Luz; algún mechero de gas temblaba a impulsos del viento, y de las puertas de las tabernas salían voces y sonido de acordeones.
Siguieron los tres adelante, atravesaron algunas habitaciones, y al fin doña Ana se detuvo en un patinillo lóbrego. Llovía con abundancia, y empapado por la lluvia, estaba en el centro del patinillo el cadáver del sargento mayor. Doña Ana le señaló con terror. ¿Veníais en busca de ese cadáver? dijo el duque. Sí; sí, señor contestó el alcalde.
Palabra del Dia
Otros Mirando