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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Ya hablaba don Gaspar de llevársela a París en busca de doctores, cuando una mañana doña Flora entró en su despacho, sin ser llamada, diciéndole de buenas a primeras: Ya lo que tiene tu hija. Ármate de valor... Quiere meterse monja. Y yo creo que la idea no ha nacido de ella: es cosa de los de ahí al lado.

Pues bien, después que estuvo un año por allá y engordó un poco en el convento y volvió rodeada de cierta aureola de honradez, el precio se elevó notablemente. Vuelve usted a llevársela cuando ya estaba un poco estropeadilla y la demanda había mermado hasta un punto que hacía temer por la bucólica, y ahora que viene otra vez gordita y santificada, se cotiza de nuevo como en sus mejores tiempos.

¿Y, por ventura, se la roban a usted de casa para llevársela por esos mundos afuera... a Méjico, verbigracia, donde no la vuelva a ver en muchos años... o nunca quizá? Si hasta por ese lado sale usted ganando en la nueva jugada; pues lejos de quedarse sin la única hija que tiene, adquiere otro hijo más, que le acompañe y le quiera y le venere... ¡Ah, caramba, si yo me viera en pellejo de usted!

Pero la grave cuestión era que Carlota no podía irse con él a la ventura. Se hallaba ya bastante adelantada en su embarazo, y mientras no tuviera casa era expuesto llevársela. D.ª Carolina se mostró magnánima. Carlota se quedaría con sus padres hasta que Mario hallase un medio de vivir.

Su rasgo fue tan espontáneo, su dolor tan verdadero, tan profundo su olvido de todo lo que la rodeaba, que mi corazón se oprimió de dolor y los ojos de algunos se llenaron de lágrimas. La criada y los amigos se esforzaban por levantarla y llevársela; pero ella se agarraba al ataúd con sus manitas crispadas, y el tiempo urgía.

Un banquero riquísimo, y muy conocido en Madrid por la protección que dispensaba a las chicas de vida alegre, le propuso descaradamente amueblarle un entresuelito y ponerle coche; un caballerete trapisondista y jugador intentó llevársela una noche a cenar, imaginando que cuatro copas de Champaña y un gabinete de fonda le asegurarían la conquista; un autor le ofreció un papel de gran lucimiento a cambio de una cita, y hasta el director de escena se brindó a solicitar para ella un beneficio, a condición de que ensayasen a solas lo que hubiera de cantar.

Eso de la señorita que trajeron en la litera ha dado mucho que hablar a la servidumbre, y dice mi mujer..., pero más vale callar. El hombre aquél de las antiparras verdes había estado ya algunos días aquí, y unas veces la Sra. Condesa, otras su tía, le recibían. Mal hombre parece. ¿Y la joven no hizo resistencia cuando quisieron llevársela? Si parecía muerta, ¿qué resistencia podía hacer?

Al día siguiente era menester llevársela marchita; la deshojaba cuidadosamente y me ponía la nueva. La idea de que pudiera regalar aquella flor a otra mujer la estremecía. Empezaba a notar con deleite que sentía celos, celos inconscientes y vagos que ansiaban formularse, sin llegar a conseguirlo.

Para esto, D. Acisclo debía tener con cautela y discreción a algún sujeto en Madrid encargado de avisarle cuando muriese la Condesa, y no bien cumplida cualquiera de las dos condiciones, D. Acisclo había de tomar la carta y llevársela a doña Luz.

Son las nueve, y aquí me tienes, sin probar bocado, en espera del caballero, mientras éste duerme como un marqués. Carmen no ha dormido en toda la noche, pensando en , muy contenta de haberte visto. ¡Tiene tu tía unas cosas! Dice que pronto liará el petate; que ya viniste y que, tal vez, eso nada más espera Dios para llevársela.

Palabra del Dia

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