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Actualizado: 1 de junio de 2025


Viejo, hombre todavía por lo menos una vez en tu vida. ¡Es preciso que la salves, es preciso, es preciso, es preciso! Y tan ligero como sus piernas cascadas podían llevarlo, se precipitó empujando a su paso a la ama de llaves que escuchaba en la puerta y echó a andar por la escarcha helada y punzante de la mañana de invierno.

Juan coge el manojo de llaves colgado de la pared y hace una seña a Gertrudis para que le siga. ¿Adónde vais? pregunta Martín alzando los ojos del libro. Una gallina está poniendo fuera del gallinero; dice vivamente Gertrudis. Vamos a buscar el nido. Y ni siquiera se pone colorada.

Doña Antonia andaba siempre con las llaves de una parte á otra, ya en la repostería, ya en la despensa, ya en la bodega del aceite, ya en la del vino, ya en la del vinagre. La casa tenía todo esto, como casa de labrador, á par que de señores, pues D. José, al trasladarse á la ciudad, había traído á ella muchos de sus frutos para venderlos con más estimación y darles más fácil salida.

Pero, por lo pronto, me veía forzado a esperar que la llegada de mi gente llamase la atención de los que tenían las llaves, o de algunos de ellos, induciéndoles a cruzar el puente y ponerse a mi alcance. Esperé cinco minutos más que me parecieron media hora, y entonces empezó el próximo acto en aquel drama de tan inesperadas cuanto rápidas escenas. Todo estaba tranquilo en la opuesta orilla.

Durante muchos años había estado empleada como ama de llaves en casa de una condesa, algo parienta suya, donde dormía en una cama muy corta, casi de niño, en la que no podía acostarse sin encoger las piernas. Cuando se volvió loca, creía tenerlas encogidas para toda la vida y encontrarse, por tanto, en la imposibilidad de andar.

El señor Tragomer, en cambio, estaba como loco y no acertaba á pronunciar palabra. El Señor Maugirón lloraba á lágrima viva. Todos habían perdido la cabeza menos el señor de Sorege que conservaba toda la suya. Me pidió las llaves y estuvo largo rato registrando los cajones del señorito. Pero el comisario de policía había registrado ya y no había nada que encontrar.

Sevilla entera se alegró; dio un suspiro de descanso, exclamando: ¡Al fin la hemos casado! Aquí dan comienzo las desdichas del héroe de nuestra historia. Tan pronto como la noble doncella andaluza pisó los umbrales de la casa de Rivera, tomó las llaves de los armarios y se encargó de su dirección, tuvo a bien arrojarle el guante.

Cuando yo dormía en casa de Poenco, fue allá y me sacó las llaves del bolsillo... No podía haber sido otro. ¿Le viste entrar? Sr. D. Diego, quiero ver a la señora condesa para hablarle de un asunto que a esta familia, lo mismo que a la de Leiva, importa mucho. ¿Tendrá la señora la bondad de recibirme?

19 Y a ti daré las llaves del Reino de los cielos; que todo lo que ligares en la tierra será ligado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos. 20 Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús, el Cristo.

Es una cinta que pasa veloz: el gallardete de la cruz del santo. San Juan se marcha. Los días pasan alegremente, y el 29 aparecen dos grandes llaves; tras de las llaves, una mano que las empuña; tras de la mano, un brazo; después una hermosa cabeza calva, un cuerpo robusto, un hombre con humilde saya y los pies desnudos.

Palabra del Dia

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