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Actualizado: 1 de noviembre de 2025


No se meta usted en lo que es de la mía». Se había hecho de noche y los dos interlocutores no se veían. Pero mientras Paca estuvo en la alcoba haciendo que ordenaba las cosas, moviendo los trastos y revisando las medicinas, D. Evaristo no desplegó los labios. Miraba a su ama de llaves, y su sonrisa maliciosa quería decir: « te cansarás». Así fue.

Era un chocar de cadenas que parecía el ruido de un montón de clavos y llaves viejas, y de vez en cuando una voz débil repitiendo: «Pa... dre nuestro que es... tás en los cielos... San... ta María...» con la expresión tímida y suplicante del niño que se duerme en brazos de su madre. ¡Siempre repitiendo la monótona cantinela, sin que pudieran hacerle callar!

Pues ¿y la cuñada mademoiselle Dosne, la ninfa Egeria del presidente?... Era cosa graciosísima verla coser los botones de la bata de son beau-frère Adolphe... Parecía el ama de llaves de un notario acomodado. ¡Era una trinidad deliciosa!

Ahí están las llaves... quizás se nos ocurra alguna idea. Juan descuelga el manojo de llaves y la sigue al patio, donde el sol del mediodía lanza sus rayos ardientes. Abre el molino dice Gertrudis. Allí hace fresco. El obedece; y ella sube de un salto los escalones y entra en la penumbra de la sala, donde reina el silencio del domingo.

El historiador de ellas se limitó, por tanto, á ofrecer á la contemplación inmediata de los lectores lo interior de ese palacio encantado y guardado hasta entonces con siete llaves, y analizando las composiciones más importantes, y traduciendo las de menos extensión, pudo iniciarlos en su conocimiento.

Al fin, ella se habrá... ¿Y son para hoy esas cartas? exclamó de repente, como si estuviera lleno de furor, aun cuando su rostro permanecía sonriente. Y cuando la ama de llaves, refunfuñando, hubo satisfecho su deseo, sin vacilar tomó de entre las cartas la que no llevaba estampilla, y no concedió siquiera una mirada a las demás.

Ignoraba cuándo pudo venirle la vocación; tal vez su madre, ama de llaves de los señores de la Lage, mujer que pasaba por beatona, le empujó suavemente, desde la más tierna edad, hacia la Iglesia, y él se dejó llevar de buen grado. Lo cierto es que de niño jugaba a cantar misa, y de grande no paró hasta conseguirlo.

Ya supondrás continuó él que tendré pronto necesidad de ir, no aún si a Paris o a Madrid. Y luego... se acabaron las locuras. Pero ¿qué locuras haces? El vivir como vivo. ¡Buen porvenir me espera! Un ama de llaves más vieja que dueña de teatro antiguo, una criada de cincuenta reales... y si no, al pueblo, al pueblo. Calla, hombre...; no querrá Dios que lo hayas perdido todo.

Mariano oyó un ruido metálico: vio cómo el zapaterillo levantaba el brazo armado con el manojo de llaves caído en los peldaños de la verja, y después oyó un choque de extraña sonoridad, como si golpeasen algo hueco. Gabriel dio un grito y cayó al suelo de bruces. El zapatero seguía golpeándole al cráneo. ¡No le des más...! ¡Detente!

Amaba infinitamente más a Mercurio que a Venus. Su afición al juego, a toda clase de juegos, era tan desmedida que bien podía decirse que su vida entera estaba consagrada a ella, que había nacido para jugar. Vivía solo, con ama de llaves, criado y cocinera.

Palabra del Dia

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