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Actualizado: 1 de noviembre de 2025
Tout a fait... Serrán servidos. La dueña llamó a una camarera, no menos que ella pulcra y servicial, y tomando ésta dos llaves de la tabla numerada en que colgaban todas las del hotel, echó delante por las escaleras enceradas, y la siguieron Artegui y Lucía.
Apenas lo ha oído Isabel, envía á su doncella á la casa de Don Diego, en donde puede entrar á cualquier hora teniendo las llaves en su poder, para que, disfrazada con su velo y haciendo de señora, despierte de nuevo los celos de Doña Elvira. Su astucia triunfa plenamente, y los dos enamorados se separan uno de otro llenos de ira.
Su única ocupación fué bostezar leyendo libros viejos, regar su pequeño jardín y hacer comparaciones entre su vejez y la de su ama de llaves. Un día, vió turbada esta soledad. Le visitaron los organizadores de un banquete en honor de «nuestro poeta», con motivo de la nueva condecoración que le había concedido el gobierno.
Pero a pesar de ello, me convencí de que algo sabía que no quería comunicarme, y tanto le insté, que, al fin, requirió del Administrador unas vetustas llaves, y dijo lacónicamente: Sígueme.
Hora era ya de que saliese á correr el mundo un hombre como él, que conocía por sus lecturas casi todos los pueblos de la tierra. El dinero no le preocupaba. Doña Cinta lo tenía en abundancia, y era fácil encontrar su manojo de llaves. Un vapor viejo y lento, mandado por un amigo de su padre, acababa de entrar en el puerto y zarpaba al día siguiente para Italia.
Enseguida me entregó las dos llaves, sin consentirme la menor palabra en contra de su decisión irrevocable.
Los cuatro o seis herreros establecidos en la villa no daban ni podían dar cumplimiento a los numerosos pedidos de cerraduras, pasadores, trancas de hierro y llaves maestras que de todas las casas les hacían. Los ladrones de las Aceñas no habían sido habidos. Todos preveían, con más o menos fundamento, que andaban rondando la población para caer, sobre ella a saco en un plazo perentorio.
Lord Gray por unos moldes de cera que le envié, falsificó las llaves de la casa, le escribí fijando hora, fue... salí... Pero ¡ay!, al verme fuera de casa, parece que se me cayó el cielo encima con todas sus estrellas... lord Gray me llevó a una casa que está muy cerca de la nuestra, en la calle de la Novena... No era aquella su vivienda. Salió una señora de edad a recibirnos.
No sé si descubriremos algo que sea de interés dijo, volviendo sus hermosos ojos hacia mí, dominada por una agitación que no pudo reprimir al dirigirse al gran escritorio y sacar de su bolsillo las llaves de su padre.
Vivían juntos, ambos solteros y entregados al cuidado despótico de D.ª Mariquita, ama de llaves y dueño absoluto de sus vidas y haciendas. D. Juan, a fuerza de pasear su mirada severa y majestuosa por el mar de cabezas que se extendía desde la valla hasta la puerta del templo, tropezó con la calva reluciente del pigmeo de su hermano.
Palabra del Dia
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