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La puerta de la mansión de los justos era de oro, tenía luceros en vez de clavos, y junto a ella, sentado en una nubecilla, estaba San Pedro jugueteando con las llaves, aburrido, porque se le pasaban horas y horas sin tener que abrir a nadie.

Es cierto, Marta dijo en tono más dulce la cocinera . Tenéis que confiarme a la señorita. La condesa os espera en el salón. Las llaves murmuró el aya con espanto . Y con la señorita, ¿qué van a hacer? ¡Ah! va a ser severamente castigada por su imprudencia suspiró Mariana . Sin embargo, la compadezco. ¿La van a maltratar?

Diéronle las llaves de algunas piezas, la principal de ellas estaba pintada a fresco; todo lo alto sobre las colgaduras, de historias de la Sagrada Escritura, de mano de Federico Zúcaro, y entre ellas la de Moisés delante de Faraón, que anda cortada de Cornelio.

Si en Numancia quereis entrar por suerte, Hareislo sin contraste á pasos llanos. Pero mi lengua desde aqui os advierte Que yo las llaves mal guardadas tengo Desta ciudad, de quien triunfó la muerte. Por esas, joven, deseoso vengo, Y mas de que tu hagas experiencia Si en este pecho piedad sostengo.

Valiéndose del sin fin de llaves que tenía, abrió todos los cajones y revolvió en ellos cuidadosamente, esmerándose en dejar las cosas, después de bien examinadas, en la misma disposición que antes tenían. Este proceder jesuítico lo practicaba siempre que metía sus manos escudriñadoras en donde no debían estar. Busca por allí, busca por allá, y nada.

Ya no le quedaba en su casa mas que el ama de llaves. ¿Qué entretenimiento podía encontrar un hombre después de esto?... ¿Era posible, á sus años, empezar una nueva colección?... Desalentado, seguía á Simoulin por la fuerza de la costumbre, abriéndose paso entre un gentío que aclamaba al maestro y no lo reconocía á él.

Fue una traición y Paula una ingrata. Sin embargo, el canónigo era un santo, la traición no había sido suya. Don Fortunato Camoirán no era capaz de traiciones. Le propusieron un ama de llaves y la aceptó, sin sospechar que a los pocos meses sería él su esclavo. Nada convenía a Paula como un amo santo.

Os lo ruego, Marta, no me hagáis doblemente desgraciada. Pero una mirada severa y un ademán imperioso le indicaron que debía someterse sin réplica. Calló y bajó la cabeza. El aya le dió las llaves a Mariana, miró ansiosamente una vez más a su hija con ansiedad y corrió al castillo temblorosa.

Movió la cabeza pensativamente; sin embargo, como su espíritu estaba ocupado con la lucha a la cual se preparaba, no hizo gran caso de aquello y ya no miró ni a derecha ni a izquierda. En la esquina de la plaza del mercado en el sitio donde estaba antes la casilla de impuestos se hallaba la vieja ama de llaves del doctor: tenía las manos ocultas bajo su delantal azul y una cara de entierro.

De tiempo en tiempo, Nucha volvía la cabeza atrás a ver si la seguía su acompañante, y el ademán de volverla revelaba alteración y zozobra. En la diestra columpiaba un manojo de llaves. Salieron al claustro superior, y por una escalerilla muy pendiente descendieron al inferior, cuyas arcadas eran de piedra.