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Actualizado: 10 de junio de 2025


Un anciano de venerable aspecto, de blanca y luenga barba, vestido de negro a la italiana, y acompañado sólo de otro de menos edad, que parecía ser su familiar o secretario, estaba rodeado de hombres y mujeres del pueblo, de esclavos negros y de muchachuelos vagabundos, que en ademán hostil le insultaban y amenazaban a gritos, llamándole marrano, enemigo de Cristo y perro judío.

Ofreció uno a don Víctor, diciendo: Vamos, Quintanar, usted que es cazador... y yo que también lo soy... ¡al monte! ¡al monte! Y con los ojos, al decir esto, se lo comía, y le insultaba llamándole con las agujas de las pupilas idiota, Juan Lanas y cosas peores. ¡Bravo, bravo! gritaron aquellos señores, que aplaudían el heroísmo ajeno.

6 como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras sois hechas hijas, haciendo bien, y no sois espantadas de ningún pavor. 8 Y finalmente, sed todos de un consentimiento, de una afección, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables;

Al pasar ante la casa de Pirovani miró al lado opuesto y aceleró la marcha de su caballo, por temor á que Elena abriese una ventana, llamándole. Iban transcurridos muchos días sin que él hubiese vuelto á visitarla. Sentía esos temores vagos que anuncian la cercanía del peligro, pero sin dejar adivinar de qué parte viene.

Por la mañana, al salir del encierro, subía Gabriel a su casa transido de frío, deseando tenderse en la cama. Encontraba a Sagrario en la cocina calentando la leche para que la bebiese antes de acostarse. La dulce compañera seguía llamándole tío en presencia de los de casa. Únicamente su voz adoptaba el tuteo cariñoso cuando estaban solos.

Hacía varios años que Pep había satisfecho su deuda, y sin embargo, aquellas buenas gentes seguían llamándole amo, y al verle ahora sentían la impresión del que se halla en presencia de un ser superior. Pep Arabi fue presentando a su familia. La atlota era la mayor, y se llamaba Margalida: una verdadera mujer, aunque sólo tenía diez y siete años. El atlot, que era casi un hombre, contaba trece.

Pero la misma ofendida no extremaba mucho, como parecía natural, los anatemas contra el seductor, por cuya razón tuvo Maximiliano que redoblar su furia contra él, llamándole monstruo y otras cosas muy malas. Fortunata veíase forzada a repetirlo; pero no había medio de que pronunciara la palabra monstruo.

Sin embargo, Pepa insistía aspirando a arrancar de aquel cerebro luminoso el secreto de la mina: bromeaba tomándole de las solapas de la levita, llamándole viejo, cazurro, zorro, haciendo gala de una desvergüenza que en ella había llegado a ser coquetería. El banquero no daba fuego.

Varias le saludaron llamándole por su nombre, porque era hombre popular y conocido en todas las clases sociales. «Adiós, Velázquez. Adiós, guapo. Adiós, eleganteRespondía y apretaba el paso, porque no le pedía el cuerpo conversación. Sin embargo, en la calle de la Amargura, de un grupo de mujeres disfrazadas de gitanas se destacó una que logró abordarle.

Batiste se enfadó al saber que dejaba abandonado el caballo en medio del campo, y el muchacho, enjugándose las lágrimas, salió corriendo para traer la bestia al establo. Al poco rato nuevos gritos sacaron á Batiste de su doloroso estupor. ¡Pare!... ¡pare! Era Batistet llamándole desde la puerta de la barraca.

Palabra del Dia

lanterna

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