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Actualizado: 10 de junio de 2025


Y les faltaba poco, en su respeto, para arrodillarse ante el matador. Otros curiosos, de barba descuidada, vestidos con ropas viejas que habían sido elegantes en su origen, movían los rotos zapatos en torno del ídolo e inclinaban hacia él sus sombreros grasientos, hablándole en voz baja, llamándole «don Juan», para diferenciarse de la entusiasta e irreverente golfería.

Su primer cuidado fué asegurarse del caudillo principal Luis Laso de la Vega, que prendió por mismo en la casa que habitaba, llamándole por su nombre, á que contestó agriamente, porque se le incomodaba: pero reproduciéndole desde afuera que se hallaba en gran peligro, porque estaban ya muy cerca las armas del Rey, se levantó, y medio vestido salió en persona á la puerta con un trabuco en la mano.

Viendo el buen P. Lucas que había allí poca esperanza de sembrar la semilla evangélica, á causa de la mala opinión que de él tenían, se encomendó á y al cacique á la suave y poderosa gracia del Espíritu Santo; y llamándole aparte, procuró lo primero, con el mejor modo que pudo, quitarle de la cabeza aquel error, y después le manifestó el fin de su venida, y el bien que recibiría si abrazase la santa ley de Jesucristo.

Porque no has de presentarte a Lobato llamándole ladrón y sin saber por qué se lo llamas. Bonis, sin fuerzas ya para nada, siguió al tío maquinalmente, y detrás de ellos se fue Körner. Marta y Sebastián quedaron solos en el comedor. Körner, siempre fiel a su papel de rey Sobrino, iba como de asesor. ¡Buena falta le hacía a Bonis! Pasó en el cuarto del tío la vergüenza que ya esperaba.

Furiosa esta turba de presuntuosos teólogos, como si se hubiera maquinado echar por tierra i arrancar hasta sus fundamentos, el alcázar de la Fe Católica, discurria por todas partes bramando de coraje contra el laborioso Antonio de Lebrija i llamándole temerario i sacrílego.

Entonces, desconcertado por la prisa, mientras las cornetas seguían llamándole con sus sonidos estridentes, soltó el fusil y, agarrando el cadáver por las manos, lo arrastró penosamente hasta dejarlo en el cercano extremo del reducto que daba junto al borde del tajo; luego volvió en busca del arma y, empuñándola por el cañón, empujó con la culata el cuerpo inanimado, que cayó al barranco arrastrando piedras y rebotando contra las aristas salientes de las rocas.

Las frases de Voltaire, llamándole autor de la primera tragedia verdadera de la Europa moderna, y las de Corneille, en que confiesa que es el primero que escribió El Cid, han sido repetidas muchas veces, si bien no se han hecho ulteriores investigaciones acerca de su vida y de su influencia.

Moreno comenzó a murmurar cosas extrañas, tan agitado y descompuesto que verdaderamente inspiraba lástima. Sus mejillas parecían de escarlata. Mario temió que le fuese a dar un ataque. Al fin vino a sacarle de aquel purgatorio su hermana Valeria llamándole para que fuese a arreglar un bastidor del teatro que se había caído.

Insensiblemente Pedro empezó á tratar á su señora como á una compañera, hasta reirse algunas veces de sus preguntas inocentes y disparatadas. La condesa reía también, así que las hacía; pero le daba golpecitos con la sombrilla, llamándole burlón y cazurro. Si la despojasen de su ropa y la pusiesen un traje de aldeana, hubieran pasado muy bien por novios ó hermanos.

Eran mozos que le saludaban llamándole «maestro» o «señó Juan», muchos con aire famélico, preparando con tortuosas razones la petición de unas pesetas, pero bien vestidos, limpios, flamantes, adoptando actitudes gallardas, como si estuviesen ahitos de los placeres de la existencia, y luciendo una escandalosa latonería de sortijas y cadenas falsas.

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