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A Cirilo se le apretó el corazón. Aquella alegría de su pobre esposa, ciega en lo mejor de la vida, le removía las entrañas como si quisieran arrancárselas. No pudo contestar; hubo una larga pausa. De repente Visita aproximó su rostro al suyo y le besó en los ojos. ¡Ya sabía que estabas llorando...! No llores, tonto... ¡Si soy feliz, enteramente feliz! ¿Qué importa que no pueda ver esas montañas?

Pero un beso ahogó las palabras en sus labios. ¡Mi hija, mi hija, mi hija querida! dijo la viuda con voz trémula ; calla, calla, no llores. No irás al convento. Ya no más penas, no más dolores, alégrate. Mañana serás feliz. No irás al convento. Ríete, ponte contenta. Mañana verás a tus enemigos arrastrarse a tus pies e implorar tu piedad.

Se detuvo en la esquina, aguardó algunos momentos y al cabo repitió en voz más alta el estribillo: No llores, niña, no llores, no; no llores, niña, que aquí estoy yo. Chirrió un balcón; se asomó una cabeza. ¡Nolo! ¡Demetria! Da la vuelta á la esquina y arrímate á esa ventana de rejas. El joven hizo como se le mandó. Entró en la estrecha callejuela y se acercó á la ventana.

Puedo hacerte que llores de alegría, y que me abraces como una loca, Margarita dijo el rey. ¿De veras? preguntó disimulando mal su ansiedad la reina, porque en las palabras y el aspecto del rey conoció que podía prometerse algo satisfactorio. Tan de veras, como que te traigo una medicina que pondrá buena de repente á tu amiga doña Clara, que creo que anda enferma.

No llores, tonta, que eso que has soñado es una mentira muy grande; todo lo que se sueña es mentira, ¡te lo digo yo! tu madre está sana y buena, y un día de estos vendrá a verte. ¿Por qué crees que yo no te quiero? ¿no te acuerdas que el día aquel que llegaste en ese vapor, fuí yo con tiíta a buscarte y te regalé confites?

»El pobre chico sollozaba; y para ocultar los verdaderos motivos, echaba a Luz la culpa de todo. Luz se sonreía más entonces. Cogiole una mano entre las suyas, y le dijo, con un timbre de voz que era un cántico melodioso: » No me pesa que me llores, y llórame también cuando suceda, pero llórame porque me envidies, no porque me compadezcas.

, , ese día quitando madre Pampa, y hermanitos... ¡Pampa no verles más! Bueno; si te he dicho que has de verles pronto... no llores así, que te pones muy fea... y después te he enseñado a leer, y a escribir y a contar: si no sabes bien todo esto, es que no eres muy despejada... Y para probarte que el niño te quiere, voy a regalarte una cosa. Súbitamente, la india dejó de gimotear.

Estoy consumida, ya lo ves; no llores; me has abandonado un poco en este último tiempo; ¡pero estaba yo tan áspera!... Nos volveremos á ver, Máximo, y nos explicaremos, hijo mío... ¡No puedo más!... Recuerda á tu padre lo que me ha prometido. ¡, en el combate de la vida, fuerte y perdona á los débiles!... Pareció extenuada, se interrumpió un momento; en seguida, levantando un dedo con esfuerzo, y mirándome fijamente: ¡Tu hermana! dijo.

Nada cambiaba en aquel pequeño mundo, que parecía petrificado a la sombra de la catedral. Ella era la que, abandonándolo en plena juventud, volvía aviejada y enferma. Hubo entre las tres personas un largo silencio. Tu cuarto, Sagrario dijo al fin Gabriel con dulzura , está lo mismo que lo dejaste. Entra en él y no salgas hasta que yo te llame. Ten calma y no llores. Confía en .

Al verla, debió pasar un soplo de enternecimiento por el corazón de la irritada hermana; destacose del grupo, y viniendo hacia ella, la echó los brazos al cuello diciendo: No llores, Chonchita, no llores. Pero al pronunciar estas palabras lloraba también. La cabecita rubia y la morena estuvieron un instante confundidas. Rodeáronlas las amigas, y ni una sola dejó de verter lágrimas.