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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Había recelado Morsamor hallar oposición en el señor Vandenpeereboom, pero se llevó agradable chasco. El señor Vandenpeereboom siempre con la fría suavidad y con la lentitud de sus palabras, dijo de esta suerte, cuando le llegó el turno de hablar: En los peligros grandes el temor es casi siempre mayor que el peligro. Mucho aventuramos, pero, ¿quién sabe?

Soy tu hermana, soy Isidora. ¿No me conoces ya?». El ruido volvió a ceder, y la maquinaria tomaba una lentitud amorosa. «No puede pararse el trabajo» dijo Encarnación. Pero como realmente se detenía, oyose un grito del huso viviente que dijo: «¡Aire! ¡Aire a la rueda!». Y en efecto, la rueda volvió a tomar su aire primero, su paso natural.

Subió, pero con mucha lentitud, porque apenas podía andar: en la parte correspondiente á los Italianos creía ella ver la cumbre de una montaña; y cuando medía con la vista aquella eminencia, pensaba que en toda la noche no iba á llegar arriba. No pudo avanzar más, y se sentó en el hueco de una puerta.

Luego subía y subía lentamente con la ascensión del agua que hierve, hasta llenar la mitad del rectángulo de cristal; permanecía inmóvil un momento, temblando en ella lejanos redondeles de espuma, ojos curiosos que intentaban contemplar el interior de los salones, y poco después se iniciaba su descenso con gran lentitud, cediendo el paso a la triste claridad de una tarde sin sol.

Inmediatamente sentía pasar por el alma, con una lentitud de brisa, un rumor humilde de murmuraciones irónicas: Bien, entonces, come, duerme, báñate y ama. Yo así lo hacía.

Tiene usted preparada una comida magnífica. El gigante se encogió de hombros, como si no reconociese á su antiguo traductor. Luego pasó sus pies por encima de la máquina rodante, con cierta lentitud para no aplastarla, y continuó marchando hacia la capital, sin hacer caso de los gritos que lanzaba Flimnap al verse abandonado.

De pronto se irguió, y dijo con lentitud, restregándose los párpados: No puedo seguir aquí. Me da vergüenza arrostrar la mirada de las gentes... Tampoco debo marcharme con ella. Ya no me podría dominar con nuevas mentiras. La miraré de frente, y al ver la falsedad de sus ojos y de su sonrisa, la mataré... tengo la certeza de que la mataré. Su amigo creyó llegado el momento de aconsejarle.

El licor parecía repeler cierta torpeza mental que se reflejaba en la lentitud de sus palabras, dando nueva luz á sus ojos y mayor soltura á su lengua. Dejó de hablar en francés para preguntar en español: ¿De dónde es usted? He conocido por su acento que es americano... americano del Sur. ¿De Buenos Aires tal vez?...

¡Atención...! ¡Marchen! dijo Gabriel, obedeciendo a una señal exterior. Y el carro sagrado comenzó a moverse con lentitud por el plano inclinado de madera que cubría los peldaños del altar mayor. Al pasar la verja hubo que detenerse.

Al dejar el fuerte de Beira, el rio Iténes ó Guaporé tiene cerca de media legua de ancho; sus aguas claras, pero de viso negruzco, corren con lentitud por entre bosques magníficos y de un aspecto mas bien salvage que pintoresco. La naturaleza en este parage es demasiado grande y magestuosa para que puedan comprenderse sus detalles.

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