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Conviene que tengamos certeza sobre ese punto... Pues bien, señores, hay más. Ella, que pagaba con mucha exactitud las lecciones, se marchó sin satisfacer las del último mes. No le acuso por ello, dijo Campistrón con nobleza; los artistas no somos mercaderes... Trabajamos de buena gana por la gloria... Hago constar solamente el hecho.

Ortiz de Pinedo posee dichas prendas y que está llamado a ser o es ya un novelista de no corto mérito. Dotado además de un juicio recto y severo, vale para dar excelentes lecciones morales, sin emplear en ello impertinentes discursos, sino consiguiendo que nazcan o se deriven de los mismos sucesos que cuenta.

Recordó Ojeda su vida en Buenos Aires años antes y las conferencias a que había asistido. Los pueblos jóvenes sienten el mismo afán de los escolares aplicados y curiosos, que, luego de oír las lecciones de los maestros, desean conocer las interioridades de su vida.

Tal sospecha, lo confieso, me quita las ganas de oir las lecciones de V., que de otro modo me entusiasmarían; tal sospecha disminuye el valor de dichas lecciones, que se me figuran interesadas y maliciosas: más que medio de enseñarme, me parecen medio de embaucarme. La malicia la pones , sobrina respondió el Comendador. Yo procedo con la mayor sencillez.

Será para un placer dijo a la vizcondesa , dar consejos a la señorita de Sardonne, aunque ella haya abandonado un poco el estudio de la acuarela... ¿La señorita de Sardonne copiaba ya la naturaleza o únicamente la muestra? La señora de Aymaret, siempre ruborizada, no pudo asegurarle nada sobre aquel particular. ¿Y qué hora preferiría la señorita de Sardonne para sus lecciones?

Y Leonora seguía sus lecciones acariciada por las manos ardorosas y húmedas del viejo cantante, permaneciendo horas enteras a solas con él, gracias a la inmensa confianza del doctor, hasta que una tarde, en mitad de una romanza, el tembloroso sátiro que todo lo hacía por el arte, cayó sobre ella.

Tal superioridad se había mostrado ya desde la infancia, cuando ambos asistían a la escuela; no que D. Bernardo fuese un discípulo más aventajado, pues aunque los dos gozaran opinión de aplicados, todavía Hojeda le sacaba alguna ventaja en estudiar con ahínco las lecciones y escribir las cuentas con limpieza; pero D. Bernardo, toda su vida había tenido un nosequé de alto y superior, que infundía respeto.

Unos dicen que estás cuerdo, y otros que estás loco. Yo creo que estás cuerdo, pero que no eres hombre; has perdido la condición de hombre, y no tienes... vamos al decir, amor propio ni dignidad... Conque ahí tienes tu lección. Aguanta y vuelve por otra. ¿Qué creías?, ¿que yo iba a sufrirte tus lecciones, y no te iba yo a dar las mías?

Las causas que le indujeron á acometer esta obra, fueron probablemente, además de las indicadas, la emulación despertada en él por sus contemporáneos, cuyas lecciones, trato y escritos hubieron de influir mucho en su ánimo.

Este mismo ardor lo sentía Margarita al salir de sus lecciones. Avanzaba de asombro en asombro, saludando como grandes maravillas científicas los primeros rudimentos de la cirugía. Se admiraba á misma por la avidez con que iba apoderándose de estos misterios, nunca sospechados hasta entonces.