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Actualizado: 9 de julio de 2025


24 Y viendo Pilato que nada adelantaba, antes se hacía más alboroto, tomando agua se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; veréislo vosotros. 26 Entonces les soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser colgado en un madero.

Pero esto no basta, y yo tendría mucho gusto en señalarle una cantidad, por ejemplo, una peseta diaria. ¿Qué dices? Digo que si empezamos con esas bromas, señora Doña Paca, pronto volveremos a Peñaranda. No, no: una peseta es una peseta... Bastante tiene la Nina con dos reales. Así lo he pensado, y si usted dispone otra cosa, yo me lavo las manos.

La esposa de Adán barrió y lavó los pisos de la entrada de la casa, de la cocina y del dormitorio. También puso una colcha nueva sobre la cama y frotó las sillas con arena y jabón. Después inspeccionó el guardarropa de la familia, y al ver que las pieles de cordero de su marido no estaban presentables, le confeccionó en un momento una casaquilla de hojas secas. ¡Para un hombre, bien estaba!

Se lavó la cara con agua tibia para que el estrago del llanto desapareciese hasta el punto preciso de no afear, mas no para que no quedasen huellas de que había llorado; se compuso el pelo de suerte que no denunciaba estudio cuidadoso, sino que mostraba cierto artístico y gentil descuido, sin rayar en desorden, lo cual hubiera sido poco decoroso; se pulió las uñas; y como no era propio recibir de bata a D. Luis, se vistió un traje sencillo de casa.

Y se fue el médico, con sus anteojos y su reloj. Requerida por Lita, miss Mary salió a comprar las agujas de madera y lana blanca, celeste y rosada. Se hizo esperar mucho, ella también. Pero, mientras volvía, la madre vistió a Lita, la lavó, la peinó, le puso agua de Colonia y la sentó en su silla rodante.

Por fin, a indicación de varias amigas, mandó en busca de una conversa del arrabal que realizaba curas milagrosas. La mujer lavó la herida copiosamente con un cocimiento, aplicó un emplasto, prescribió un brebaje y recomendó que no acercasen cosa alguna a la llaga si no querían corromperla. Dos días después cesaba el delirio y la calentura decrecía.

Sacudía el cinc del tejado y parecía atacar furiosamente a toda la clínica. Aquella noche Petrov se murió de terror. Se transportó al muerto a una vasta habitación fría, que existe en todos los hospitales, destinada a tal fin; se le lavó y se le vistió con una levita negra, que se le abrochó sobre el pecho. Al día siguiente llegaron la madre de Petrov y su hermano mayor, un escritor muy conocido.

Y de Castalia en la corriente fresca El rostro se lavó, y quedó luciente Como de acero la segur Turquesca. Pulióse luego, y adornó su frente De magestad mezclada con dulzura, Indicios claros del placer que siente.

El capitán, por su parte, en cuanto vió al perro fuera del alcance del palo corrió hacia Flora, la llevó al gabinete de su hija María, llamó á gritos á D.ª Robustiana y mientras ésta llegaba él mismo le lavó la herida.

Luego dirigió su atención al tocador de la hermana; fue viendo uno por uno los botes que en él había, metiendo en todos las narices y diciendo «¡qué bueno!» o «¡qué rico!». Se puso pomada, se perfumó con esencias y se lavó las manos, sonriendo de gusto al ver cómo se deslizaban dedos sobre dedos al suave resbalar del jabón.

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