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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Recogí las cartas en el correo, y en la primera que leí mi madre me decía que la abuela había muerto. Era conveniente que fuese a Lúzaro, para arreglar las cuestiones de la herencia. Tenía tanto deseo de ver tierra, que rechacé la proposición de un compañero que quería llevarme en su barco hasta Bilbao, y tomé la diligencia para Madrid.
Juan Machín se fué a Bilbao y se confundió con los holgazanes y perdidos de baja estofa que pueblan de noche el barrio de Miravilla; pero, de pronto, el granuja inútil apareció como un hombre emprendedor; vino a Lúzaro, tomó las minas de Beracochea, y comenzó a explotarlas. A los cuatro o cinco años ganaba el dinero de una manera fabulosa.
Me tenía destinada la hija de un propietario de Lúzaro, más vieja que yo, feúcha, flacucha y mística. Yo, la verdad, no estaba muy decidido. Sabido es que los marinos no somos modelo de amabilidad ni de sociabilidad. La perspectiva de los viernes con vigilias y abstinencias, que me prometía el destino, de unirme con Barbarita, así se llamaba la candidata de mi madre, no me sonreía.
Mayormente, las mujeres de Lúzaro, a pesar de su dulzura, tienen bastante afición a hacer su voluntad. Como son casi todas hijas y mujeres de marinos, el vivir mucho tiempo solas les ha dado decisión y energía, y las ha acostumbrado a no obedecer a nadie.
De cuando en cuando la muchacha rubia se asomaba a la puerta y me miraba con sus ojos azules obscuros, con una expresión de temor y desconfianza, como si tuviera miedo de que yo le hiciera algún daño a su padre. Me levanté molestado del aire de suspicacia de toda aquella gente, y, saludando a los tres con frialdad, me volví a Lúzaro.
Encontraba algo absurdo que un simple marinero desdeñara a una muchacha como Genoveva; pero no quise discutir con Mary. Días después era la Exaltación de la Santa Cruz, y había romería en Aguiró, un monte próximo a Lúzaro. Fuimos Mary, la mujer de Recalde con su hijo y Genoveva con toda la chiquillería de Urbistondo.
A pesar del interés supuesto por mí, nadie se ocupó de saber su continuación, lo cual sirvió para mortificar bastante mi amor propio de literato. Ahora, mi amigo Cincunegui se ha empeñado en que publique mi diario íntegro. Lúzaro necesita un grande hombre; le es preciso tener una figura presentable ante los ojos del mundo.
Hacía ya mucho tiempo que Machín no se ocupaba de Mary ni de mí para nada. No se le veía jamás por Lúzaro. Se iba acercando el día de nuestra boda. Una noche, al entrar en casa, vi a Machín que me esperaba en el portal. Me eché a temblar, lo confieso. ¿Qué querria aquel hombre? Tengo que hablar con usted me dijo. Bueno, pase usted a casa le indiqué. Pensé que no intentaría atacarme.
¿Dónde estás, Egan-suguia? dijo Mary . Ven, que queremos hablarte y darte las gracias porque nos prestas tu casa. ¡No aparece! Estará haciendo algún recado repliqué yo . Quizá se haya perdido por el monte o ande buscando un paraguas por las calles de Lúzaro. ¡Pobrecita! ¡En una cueva así debe tener mucho frío! Yo no creo que esa Egan-suguia sea tan mala como dicen.
Al amanecer, por las callejuelas estrechas, sólo se ve alguna mujer, corriendo de puerta en puerta, golpeándolas violentamente, para avisar a los pescadores. Las golondrinas pasan rasando el suelo, persiguiéndose y chillando.... Los días de lluvia Lúzaro me gusta más. Esa tristeza monótona del tiempo gris no me molesta. Es para mí como un recuerdo amable de los días infantiles.
Palabra del Dia
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