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Actualizado: 1 de mayo de 2025


Nosotros, gentleman, sostenemos un ejército por exigencias de la moral: para que no se perturben las abstinencias virtuosas que debe guardar la juventud. Pero yo dijo el gigante he visto hombres en ese ejército: atletas barbudos con traje de mujer y grandes cimitarras, que iban á caballo y eran mandados por oficiales hembras.

Será el reinado del Espíritu Santo, o sea del amor puro, sin disciplinas ya, sin abstinencias, sin cilicios y sin duelos y quebrantos, sino todo deleite, holgorio e incesante gaudeamus. El estilo del Sr. Gener, lleno de lirismo, aunque escribe en prosa, produce en el lector no pocas dudas. ¿Hasta qué punto quiere el Sr.

Luego ensalzaba al capitán Angelats, el héroe de la expedición, el Cid de Sóller, y a las valentas dònas de Can Tamany, dos mujeres de un predio inmediato a la villa que habían sido sorprendidas por tres turcos ansiosos de saciar en ellas su carnívoro apetito tras largas abstinencias en las soledades del mar.

Jámblico no tuvo poder para evocar a los genios del amor y hacerlos salir de la fuente de Edgadara, sin haberse antes quemado las cejas a fuerza de estudio y sin haberse maltratado el cuerpo con privaciones y abstinencias. Apolonio de Tiana se supone que se maceró de lo lindo antes de hacer sus falsos milagros.

Me tenía destinada la hija de un propietario de Lúzaro, más vieja que yo, feúcha, flacucha y mística. Yo, la verdad, no estaba muy decidido. Sabido es que los marinos no somos modelo de amabilidad ni de sociabilidad. La perspectiva de los viernes con vigilias y abstinencias, que me prometía el destino, de unirme con Barbarita, así se llamaba la candidata de mi madre, no me sonreía.

" vivía entre pavores" porque la parte inteligible y corriente de la religión versaba sobre demonios perversos e incastigables, sobre suplicios infernales eternos, sobre mártires y santos, sobre buenas gentes, que se habían cocinado previamente en el purgatorio para acabar de ganar la bienaventuranza con las abstinencias y los sufrimientos de su vida miserable.

Varias veces durante la noche levantábase a orar; al amanecer, en los días más húmedos y fríos del año, salía de casa para ir a la iglesia, donde pasaba algunas horas de rodillas; ayunaba con un rigor que no había visto ni en su ascético maestro del seminario, abstinencias prolongadas, terribles, que parecían imposibles de resistir; gastaba cilicios en las piernas y los brazos, y se disciplinaba los viernes y en las vísperas de las fiestas señaladas.

Para las mayores desdichas, para las abstinencias más crueles y mortificantes, tenía resignación; para llevar zapatos muy viejos o que desvirtuaran la estructura perfecta y las lindas proporciones de sus piececitos, no la tenía, no. Del arte exquisito para conservar la ropa no hablemos.

Palabra del Dia

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