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Actualizado: 9 de mayo de 2025


Al África, por el tesoro escondido. Hombre, yo no puedo, no tengo medios.... No quise decirle que me parecía una fantasía absurda esta historia del tesoro. ¿De manera que usted me cede sus derechos? En absoluto. Está bien. Allen se despidió de , y pocos días más tarde desapareció del pueblo. Una semana después, mi prima me comunicó su pensamiento de trasladarse a Lúzaro.

Cumplía los deberes de mi cargo como un autómata. Mis pensamientos estaban en Lúzaro. Solía encerrarme en mi camarote, teniendo su retrato delante de los ojos. ¡Qué largos me parecían estos días de navegación! ¡Qué horrible este cielo azul de los trópicos!

Lúzaro tiene una salida al mar bastante estrecha y una playa de arena muy movediza. El puerto se ha agrandado en mi ausencia; hoy, la escollera de Cay luce avanza mucho; va paralelamente al barrio de pescadores, y termina en el Rompeolas.

Nos reímos en casa un poco de estos elogios y comencé a publicar mi diario en El Correo de Lúzaro y a pagar periódicamente las facturas de la imprenta. Estuve ausente de Lúzaro una semana para llevar mi segundo hijo al colegio, y al volver de mi viaje me encontré con que El Correo había pasado a mejor vida, y mis memorias quedaban colgadas en lo que yo consideraba más interesante.

En tan lejana época de mi infancia, yo no conocía más chicos de mi edad que unos primos segundos. Estos chicos vivían en Madrid y venían a Lúzaro durante el verano. Cuando estaban ellos en casa de mi abuela, íbamos juntos a un caserío de la familia, donde solían darnos cuajada.

La posadera les dijo que hacía mucho tiempo que yo no vivía en Lúzaro, sino en Izarte, y al saberlo se informaron de la distancia a que se hallaba nuestra aldea del pueblo. A la mañana siguiente, el cartero, al traer el periódico, me dio estos datos, y me dijo que aquellos hombres me buscaban. Les esperé, un tanto intrigado, y poco antes del mediodía les vi acercarse a mi casa.

¿Tienes inconveniente en jurar que cumplirás mis encargos? Ninguno. Pues bien. ¿Juras que reconocerás como pariente a mi hija María de Aguirre, siempre, digan lo que digan, y que la favorecerás con todos tus medios? , lo juro. ¿Juras que entregarás esta carta a Juan Machín, el minero, dentro de un año o antes si las circunstancias te obligan a abandonar Lúzaro? Lo juro.

Cuando mi padre llegaba a Lúzaro se reunía con otros pilotos, marineros y pescadores, y charlaba con ellos, y algunas veces cantaba y alborotaba, en su compañía, por las calles. Todos los que le conocieron me han asegurado que era un hombre de gran corazón. He sentido siempre una gran pena por no haberle llegado a conocer. Hubiéramos sido buenos amigos.

Lúzaro me gusta; pero el haber nacido en él, y el que mi familia haya vivido aquí muchos años, no creo constituya ninguna superioridad. Pienso lo mismo que un masón a quien conocí en Liverpool. Este masón había llegado al grado treinta y tres, o cuarenta y tres, no a cuál; pero al más alto de todos.

Le habían invitado también a establecerse en Lúzaro, pero no quería: prefería vivir en Izarte. La vida de aquella gente era muy sencilla y muy pobre. Por las mañanas, el capitán y su hija solían recorrer la playa desierta, los dos descalzos. Había una cueva pequeña en las dunas con una puerta; allí, los días buenos, la chica entraba a desnudarse, se ponía un traje de baño y se metía en el mar.

Palabra del Dia

ciencuenta

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