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Actualizado: 21 de julio de 2025
Nadie hablaba: no hacía el varón caso de la hembra, ni buscaba la muchacha el halago del mozo, ni el niño se detenía a jugar. Los fuertes parecían rendidos, los jóvenes avejentados, los viejos medio muertos. ¡Casta dos veces oprimida por la ignorancia propia y el egoísmo ajeno!
Hijo de un mestizo español, rico comerciante en uno de los arrabales que cifraba todas sus alegrías y esperanzas en el talento del joven, prometía mucho por sus picardías y, gracias á su costumbre de jugar malas pasadas á todos, escondiéndose despues detrás de sus compañeros, tenía una particular joroba que se aumentaba cada vez que hacía una de las suyas y se reía.
Al día siguiente el cura continuaba taciturno y encrespado, meditando feroces venganzas: el apretón del día anterior hacía rebasar la copa, y sentía la necesidad de dar cualquier desahogo a su odio. Mientras duraron las clases se mantuvo grave, y sosegado: actitud digna del que piensa jugar la vida a las pocas horas: comió poco y sin hablar palabra.
¡Al fin ha venido usted! murmuró, cuando estuvo al lado de María Teresa. Creía que no venía ya, y me aburría espantosamente. ¿Qué? dijo ella con sonrisa incrédula. ¿Usted se aburría tanto? ¿Y el tennis? ¿Me esperaba usted para jugar? No. Pero yo vengo aquí atraído por otra cosa que por el tennis, usted lo sabe bien. ¡Ah, goloso! ¡atraído por el lunch, entonces! Tampoco, querida señorita...
Algunos días después de la guasa de Paco Gómez se hallaban en la famosa tertulia, a más de tres o cuatro pollastres, el mismo Paco, Manuel Antonio, D. Santos, el capitán Núñez, D. Cristóbal, Fernanda, María Josefa Hevia y dos de las chicas de Mateo. No se pensaba todavía en jugar.
Eso no es el comercio, el conquistador universal, el universal revolucionario, encargado por la Providencia de llevar, entre sus mercancías, el espíritu de tolerancia y civilizacion á todos los países. Jugar no es comerciar; comerciar, no jugar, debe ser el oficio del comerciante. Si su nuevo oficio consiste en un juego, lo natural es que deje el nombre de comerciante, y tome el nombre de jugador.
Dijo cosas desagradables á su sobrina, que no comprendía nada de todo aquello, y se acostó preguntándose qué mala partida podría jugar á Fortunato. La casualidad, ese cómplice de los que nada pueden, se encargó de proporcionarle un terrible desquite.
Engañar á una amiga que se confía, que me abre su corazón y me pide ayuda... Por delante mucha sonrisa, mucha compasión, mucha promesa, y por detrás clavándole el cuchillo hasta las cachas... ¡Ya! ¡ya!... La verdad es que no sé cómo te contienes y no me rompes la cabeza con una de esas botellas... Se echó hacia atrás en la silla y se puso á jugar con los rizos negros de su frente.
El no había hecho hasta entonces mas que jugar, pasar la existencia dulcemente al lado de aquella señora que era una santa. Tres mil pesetas son un capitalito; con menos comenzaron otros y llegaron a millonarios. Podría terminar su carrera y ser hombre de provecho. Toda la vida de antes ha sido un sueño, no lo olvide usted continuó el orador . Y no hay que soñar, joven. Hay que ser práctico.
Como niños ambos, aunque de distinta condición, pronto nos tratamos con la confianza propia de la edad, y mi mayor dicha consistía en jugar con ella, sufriendo todas sus impertinencias, que eran muchas, pues en nuestros juegos nunca se confundían las clases: ella era siempre señorita, y yo siempre criado; así es que yo llevaba la peor parte, y si había golpes, no es preciso indicar aquí quién los recibía.
Palabra del Dia
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