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Actualizado: 21 de julio de 2025


Desde el primer paso veía exactamente los sentimientos que había para él en aquella casa. ¡Aquel hombre que en la niñez le llevaba á su casa después de jugar con Jacobo, y que le daba paternalmente golosinas y caricias, dudaba si sus señoras querrían recibirle!

El pícaro gozque, como si entendiese el peligro en que se encontraban los suyos, o porque estuviese adiestrado también para jugar tales piezas, ello es que desde el comienzo de la danza no se entretenía sino en pasar y repasar, enredar y tropezarse entre los pies de los moriscos, derribando a muchos, embarazando a no pocos y procurando al fin la prisión de Muley, pues atravesándose muy al propósito a las espaldas del moro, cuando éste rompía en retirada, se enredó miserablemente y cayó en tierra, sin más poderse recuperar.

Van cuatro o cinco señoras y otras tantas señoritas del lugar, contando con la tía Casilda, y van también seis o siete caballeritos, que suelen jugar a juegos de prendas con las niñas. Como es natural, hay tres o cuatro noviazgos. La gente formal de la tertulia es la de siempre.

Don José era un señor excelente, que no hacía más que cuidar de su hacienda, jugar á la malilla en la reunión de la botica y dar gusto á Doña Antonia. Esta señora tenía una pasta de las mejores: cuidaba de la casa con esmero, cosía y bordaba.

Todos los días lo mismo: amaestrar hombres para que se muevan de este modo o el otro, jugar al dominó o al billar en un café, pasear el uniforme o echar un sueño en el sillón del cuarto de banderas.

Terminado el almuerzo, se entregaron los invitados a tocar la guitarra y payar algunos, otros a jugar a las bochas, la taba o el truco, mientras los invitados a la mesa de Melchor se dirigieron con éste a la sala para oír a Ricardo en el piano.

Recoger una idea vertida por cualquiera en la conversación, examinarla en todos sus aspectos, darle vueltas, tirarla al alto, jugar con ella á la pelota y luego arrojarla á las narices del que la había soltado, tal era el mayor, el único placer de su vida. Porque Martinán comía poco y sólo bebía por complacer á algún parroquiano que se empeñase en ello.

Me parece que esta circunstancia ha cedido á una especie de vaga superstición y de debilidad pueril, á que no debía haberse doblegado jamás una alma de su temple y á la que yo mismo he hecho mal en someterme. ¿Cómo no comprendí que me imponía con un aumento de inútil sufrimiento, un papel sin franqueza y sin dignidad? ¿Qué haré yo en adelante? ¿No es ahora cuando con justo motivo, podría reprochárseme el jugar con los sentimientos más sagrados?

Ella, un poco premiosa para obedecer, objetó: ¿Pero de verdad tienes rota una cosa en el pecho y otra en la frente? No, preciosa, no te apures; son bromas que yo le digo a tu hermano. Salvador la atrajo a sus rodillas y la acarició tiernamente. Son bromas del padrino, Carmen; anda, corre a jugar. Se fué con su paso majestuoso y su aire noble de madona.

¡Basta! no quiero jugar más le dije con mal humor; mira, Alejandro. ¿Conoces la tienda de Bringas? ¿Sabes dónde es? , niño ¡cómo no! ¿Por qué me lo preguntas? Porque esta noche hemos estado allí, y un señor alto preguntó quién era yo, y al salir, me dijo que yo merecía cuatro balas, como las hubiera merecido papá... ¿Por qué me ha dicho eso ese señor?

Palabra del Dia

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