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¡Oh! no tardaré en gastarlos, miss Darling; mis ojos se van protestó alegremente Liette, que, mientras hablaba con la condesa de Argicourt, había oído las últimas palabras de aquel aparte. Pero no los oídos observó maliciosamente la joven americana. La verdad es que me representaba a «la tía Liette» como una viejecita arrugada y canosa de cincuenta años lo menos.

Andrés se lo quitó, riendo, con un beso. En seguida bebió lo que restaba. Aquel desayuno campestre les infundió alegría: sin saber por qué, reían al mirarse. El joven cortesano sacó una moneda de plata y la echó en la vasija.

Los rizos perfumados de la joven tocaron las mejillas de don Juan y sus ojos se sintieron atraídos por la mirada dulce, apasionada, saturada de amor y de deseo del joven. Aquellos dos semblantes se unieron y resonó el estallido de un doble beso. Y entonces el bufón se separó del tapiz, se alejó y dijo bajando las escaleras: ¡Oh! ¡gracias á Dios! el veneno es inútil: el veneno no matará á nadie.

Pero de seguro, y á pesar de no conocer bastantemente á vuestro padre, vuestra madre no le desesperó dijo el joven, que no desaprovechaba ocasión. Doña Clara no contestó tampoco á esta indirecta. Fueron felices; ricos, amantes, honrado mi padre por el rey, respetado por todos, respetada mi madre como merecían su virtud y su nobleza. Yo nací en el término preciso después de su matrimonio.

Y es que la palabra de Descartes despertó el genio filosófico adormecido en el jóven bajo la balumba de las lenguas y de la historia: sintióse otro, conoció que él era capaz de comprender aquellas altas doctrinas, y como el poeta al leer á otro poeta, exclamó: «tambien yo soy filósofoUna cosa semejante le sucedió á Lafontaine.

Yo podría puntiaros esa tierra, maese Marner dijo el joven con traje de fustán que se había puesto al lado de Eppie y se mezcló en la conversación sin ceremonias . Será para una distracción, cuando haya terminado mi tarea o en cualquier otro momento perdido, cuando escasee el trabajo. Os traeré tierra del jardín del señor Cass. Me lo permitirá de buen grado.

Arturo de Lancy, por ejemplo dijo Amaury al verse en la precisión de contestar. No me disgusta respondió el doctor; es joven capaz y arrogante, tiene buen apellido y además brillante posición.

En verdad que el duque de Osuna se había permitido enamorarla aun antes de ser viuda del duque de Gandía; pero el noble don Pedro, á pesar de que era joven é impetuoso, sabía enamorar á doña Juana sin que ésta se ofendiese, de la manera más delicada, más discreta, más respetuosa, más peligrosa, sin embargo, para la mujer objeto de aquellos amores que nadie conocía, más que el duque que los alentaba, y doña Juana causa de ellos.

El joven diplomático le escribió una carta desolada poniendo su suerte entre sus manos y terminando por estas líneas de una hábil política: «¿Qué debo hacer, Liette? Dígamelo usted, pues ya no lo yo mismo. Apelan a mi honor, a compromisos de familia, a mi gratitud hacia mi tío, a mi piedad por su hija... Yo no oigo más que la voz de mi razón y mi amor... Necesito un guía que me ilumine.

La palabra vejete no expresa tampoco, en general, el anciano, sino el viejo ridículo, que bulle frecuentemente en las comedias; barba, el hombre de edad provecta; galán, el caballero joven, y dama, la señora de las clases más principales.