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Actualizado: 19 de octubre de 2025


Los dos jinetes sentían la honda emoción de una expectativa trascendental, temerosos de las consecuencias de una repentina resolución de los nobles brutos, y abrumados también por la actitud de intensa curiosidad con que eran observados por Baldomero, Hipólito, José, Águeda, el caballerizo, Juancito, los perros, las vacas y hasta las palomas que sobre los tirantes del techo inclinaban sus cabecitas como para mirarlos mejor.

Oyó el estrépito de cascos de caballo que machacaba la grava reciente detrás de la berlina. Se asomó a ver quiénes eran los jinetes y reconoció a don Álvaro y a Paco que pasaron al galope de dos hermosos caballos blancos, de pura raza española. Ellos no le vieron; el placer de la carrera los llevaba absortos y no repararon en la mísera berlina que seguía al paso.

Echando pie á tierra los jinetes, ataron sus caballos á la cerca y apenas tomaron por el sendero que á la casa conducía se detuvieron atónitos, contemplándose en silencio, presa de profunda emoción.

Y tras esta amenaza dió con las espuelas á su caballo y salió al galope, sin volver la cabeza, mientras don Carlos permanecía con el revólver en su diestra. Cerca del río tuvo el gaucho un encuentro más agradable. Vió venir hacia él un grupo de tres jinetes, é hizo alto para reconocerlos. Era la marquesa de Torrebianca, vestida de amazona y escoltada por Canterac y Moreno.

...Y cuando dentro de unas horas salga el sol, el mundo verá correr por sus campos los cuatro jinetes enemigos de los hombres... Ya piafan sus caballos malignos con la impaciencia de la carrera; ya sus jinetes de desgracia se conciertan y cruzan las últimas palabras antes de saltar sobre la silla. ¿Qué jinetes son esos? preguntó Argensola. Los que preceden á la Bestia.

Tanto los artilleros, como los infantes y los admirables jinetes del Tercio Táctico de Caballería de la Guardia Rural, se convirtieron en menos de tres años en verdaderos soldados, no inferiores en modo alguno á los de las primeras potencias militares de la vieja Europa.

Delante de avanzaban lentamente algunos peones y una media docena de rancheros que iban al tianguis, jinetes en malas caballerías.

Entonces, sueltos los caballos y buscando los jinetes los pasos menos inseguros, solían rodar unos y otros, y cada cual por su lado, como troncos inertes; lo que no divertía gran cosa a don Simón, aunque hacía reír más de una vez a sus acompañantes.

Lo había visto en aquella iglesia muchas veces oyendo su misa devotamente, y se indignaba contra las malas lenguas que, á guisa de oración fúnebre, hacían memoria de fusilamientos y Bancos liquidados allá en su país. ¡Un señor tan bueno y tan religioso! ¡Que Dios lo tenga en su gloria!... Y al salir á la plaza contemplaba con ojos tiernos los jinetes y amazonas que se dirigían al Bosque, los lujosos automóviles, la mañana radiante de sol, toda la fresca puerilidad de las primeras horas del día, reconociendo que es muy hermoso vivir.

Mirando en la dirección de aquel camino hubiera podido verse, aun mucho antes de terminar el combate, dos puntos brillantes y móviles que fueron acercándose hasta mostrar al observador que procedían del reflejo del sol sobre los cascos de dos jinetes que se adelantaban al galope en dirección á Burdeos.

Palabra del Dia

mármor

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