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Actualizado: 7 de julio de 2025
Fuera de esto, vivía tranquila en aquel país encantador gozando de un bonito jardín y de sus hermosas flores. Herminia especialmente, era dichosa en la Celle-Saint-Cloud.
El calor arreciaba con la mayor afluencia de gente, y muchas señoras se habían refugiado en un salón bajo que se prolongaba en un pequeño jardín también atestado de gente y vistosamente iluminado con farolillos a la veneciana.
La fecha de la partida, depende de ti, hija mía respondió el señor de Avrigny, tan pronto como puedas soportar el traqueteo del coche, después que hayas probado tus fuerzas, dando algunos paseos por el jardín apoyada en mi brazo o en el de Amaury, emprenderemos el viaje. Pues no tengas cuidado, papá. Haré lo que me mandes y pronto estaré dispuesta para la marcha.
Siempre se deseaba cambiar con él los saludos y ajustar los tratos lo más pronto posible; pero al mismo tiempo se procedía con él de un modo propiciatorio, y a veces haciéndole un regalo de carne de cerdo o de productos del jardín, porque sin su ayuda no había medio de hacer tejer lino.
La tierra es únicamente la escena; la vida, el pensamiento, el drama están en aquélla que el hombre ha usado o construido. Donde hay vida, allí hay también interés. Detrás de la casa está el jardín cercado de piedras, desde cuyo fondo empieza la montaña a elevarse. La falda de esta montaña es verde, después árida y desnuda como si en ella no hubiera tierra vegetal.
Hacía a mi novia costosos regalos: un collar de turquesas de quince mil francos... y un solitario célebre que había sido rematado en París. Todos los días, el ferrocarril le llevaba rosas frescas y orquídeas, porque, en cuanto a las flores de mi jardín, el cultivo de ellas no me daba tan buen resultado como la cría de potros.
María Teresa demostraba, a pesar suyo, alguna frialdad, y Diana fastidiada por este silencio, no se atrevía a iniciar el único motivo de conversación que la interesaba. La campana de jardín anunció una visita; Diana se levantó, curiosa, y volvió precipitadamente hacia su prima. ¡Ah, esto es demasiado! ¡Adivina quién está ahí! ¡Martholl mismo! ¡Ha dejado a Alicia y renunciado a su bicicleta!
¡Mil doscientas pesetas, Tomás! decía a su hijo, un chicarrón silencioso a quien no interesaba gran cosa lo que no fuese su jardín . ¡Mil doscientas pesetas, cuando yo he conocido a la catedral con más de seis millones de renta! ¿Para qué hay con eso? Malos tiempos nos esperan, y si yo fuese otro, os dedicaría a un oficio, a cualquier cosa, fuera de la Primada.
Fué a su cama, le sacudió y le dijo: Príncipe, despierta, yo soy tu esposa. He gastado los zapatos de hierro según me has pedido. Ahora te he encontrado; pero si no me reconoces te casarán con otra. 175 Pero él no despertó y al día siguiente la sacaron de allí y ella se fue otra vez al jardín. Sacó su peine de oro y se peinó.
Se había considerado un hombre valeroso que, por distinción, por sibaritismo, por refinada indiferencia, quería mantenerse al margen de las cosas que apasionan al resto de los mortales. Pero el lejano campaneo protestaba, zumbando la misma palabra: «¡Cobarde! ¡cobarde!» Anduvo meditabundo por el jardín hasta que llegó Toledo, pasadas las doce.
Palabra del Dia
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